martes, mayo 29, 2007

En esta ciudad

Al parecer la estupidez se propaga como un virus en este país.
Y de ninguna forma me refiero sólo a los políticos, quienes en el mundo real se limitan a enaltecerse como un conjunto de impensables con poco criterio -y no se diga del poco sentido común que utilizan- y que maman con ínfulas de grandeza del erario público.
No, desgraciadamente hay un terrible flagelo, que sembrado en nuestra calles, se propaga como fuego. Y en realidad, no es nada más que un reflejo de la sociedad actual; pero que cada vez se presenta con mayor incidencia: la poca pericia, no, perdón -corrijo-, la amplia imbecilidad con la cual una inmensa mayoría de personas manejan todo tipo de vehículos automotores. Desde autos particulares hasta camiones.
La gente no sabe para que sirven los espejos, no sabe para que funcionan los frenos, ni las luces direccionales, ni las antiguas señales de tránsito.
¿Cuántas veces no se ha topado usted querido(a) lector(a) con un tipejo(a) que le avienta su coche porque: 1) no espejeó correctamente -es decir, ni siquiera le vió por su espejo retrovisor-; 2) porque simplemente se le dió la gana, es decir, por pura y asquerosa prepotencia
Cada día es más común hallar que las personas que pueden adquirir un "buen" auto, creen que la óptima calidad del motor en su vehículo es sustitutivo de su capacidad de raciocinio. Me explico: creen que porque no pueden pasar en un determinado momento (ya sea por lo estrecho del espacio, el poco lapso de tiempo) únicamente es necesario acelerar, y que con eso solucionarán el trance. Resultado obvio: una gran cantidad de choques.
¿Por qué en un principio -y me refiero a los años de la década de los años 50's- era poco probable que se presentara una circunstancia como ésta?
Tengo dos hipótesis:
A) Las personas tenían menos dinero para adquirir un coche, es decir, nuestros posibles abuelos estaban bastante jodidos, así que comprar un auto podría estar fuera de sus posibilidades económicas
B) Sí se aplicaba a conciencia el exámen para obtener una licencia de manejo, y eso explicaría el origen y el porqué todavía existe la Escuela Continental de Manejo.
Ahora, es increíble que la gente a la que me refiero en este "ardido" y sentido post, se sienta con el derecho a "mal manejar" como lo hacen. Y que si no se les respeta, se piensan "ofendidos", "agredidos", y que los individuos que les señalan sus defiencias -en algunos casos sólo mostrando el dedo "cordial"- por su modo de conducir, no son otra cosa que tipejos violentos que incapaces de convivir.
Este nuevo flagelo no se da únicamente en mujeres -como solía ser hasta hace solamente una década-, nooo, los hombres lo padecen actualmente con la misma intensidad.
Uno podría pensar que estos "fenómenos" de la naturaleza mexicana son únicamente casos aislados; pero no, son una cosa común en nuestras calles y escuelas -algunos de ellos gracias al GDF- con licencia de manejo vitalicia.
Todo lo anterior lo dije a despecho de lo acontecido a un servidor esta mañana. Cuatro, y no tres, no dos veces, ciertos individuos sin ningún respeto por los demás, estuvieron a punto de pegarle a mi coche -esa amada extensión de mi persona y que trato de manera especial-. Y no se presentó esta situación precisamente porque maneje un servidor como viejito, ni siquiera como "cafre", no, al contrario, puedo decir que mi velocidad varía cuando mucho a 80 km/hr, y eso sobre Avenida Tlalpan.
Sólo puedo resumir mi experiencia y sentimiento hacia dichas personas en cuatro palabras: ¡SON UNA VERDADERA PORQUERíA!


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