Estuve pensando largo rato: ¿Por qué no he escrito nada si casi ni hay cosas de las cuáles hablar en México? Pues a manera de justificación ante ustedes queridos lectores, diré que dos cosas ocurrieron durante más de un mes: 1.- Me aumentaron la carga de trabajo hasta un límite insospechado, sin dejarme ni siquiera 10 minutos libres, ni para revisar mi cuenta de Twitter, ni para leer notas en periódicos, ni revistas. Todo se redujo a un amplio espectro de gris que me mantuvo en la captura de notas en medios electrónicos (radio y televisión) en un horario matutino de 7 p.m. hasta las 7 a.m. Pero ni modo así es esto de "correr tras la chuleta". 2.- Las cosas en el país jamás podrán ser mejores que hasta ahora, indudablemente uno quisiera que hubiera un poco de contrariedad en el mundo para que esas cosas adversas nos hicieran salir de nuestro ostracismo y consumar el destino de fama y fortuna al cual estamos destinados como mexicanos. Pero qué más da, siempre habrá algún pequeño disgusto, algún pequeño incidente en este país que nos haga recapacitar de nuestra indolencia más acérrima y nos brinde la siempre viva y ocurrente oportunidad de cambiar y ver las cosas sin el menoscabo del escepticismo total, actitud que de ninguna manera afecta a los residentes de tierras aztecas.
Habiendo dicho lo anterior no queda más que disculparme querida lectora, afable lector, ambos sufridos por demás por aguantar la diatriba sin sentido de este apocado bloguero. Y tratar de asegurar un espacio futuro para el tiempo de contingencias contenidas en el inciso número uno, renglones más arriba. Si nada pasa, todo volverá a la inusitada normalidad y podrás continuar visitando este pequeño espacio sin ningún contratiempo. Por el otro lado, si algo pasa, cualquier cosa donde no se vea involucrado el viaje al más allá y menos acá, cada quince días trataré con puntualidad de dejar un texto cualquiera para que poses tus ojos.
Esta semana abordaré la enorme pericia del gobierno del Distrito Federal a cargo del popular Marcelo Ebrard Casaubón, conocido anteriormente como la oveja negra de la familia de rancio abolengo: Los Casaubón, en la cual siempre fue visto con no muy buenos ojos, sobre todo por sus tendencias de adquirir bienes/artículos por medios no muy "convenientes". Como el consabido caso de las "costureras" afectadas en el temblor de 1985, entre otros. Pero dejemos a un lado el asunto de Ebrard y su naturaleza de "erizo de mar" y dirijamos nuestra azorada mirada a su deseo, anhelo y firme determinación con la construcción de una supervía en detrimento de la existencia de un bien conocido bosque en el sur de la ciudad de México.