Ahora que ya pasó el fervor patriotero de algunos, las comilonas, los aquelarres de fantasmas, apariciones y seres malditos -ya se acerca octubre, sin duda-, amén de la descalificación constante y retrógrada de otros por un supuesto y malentendido nacionalismo, pregunto querido(a) lector(a): ¿Dónde quedó el amor a la patria? ¿Por qué el gobierno federal y todos a su cargo se preocuparon más por la celebración que por una conmemoración sobria y destinada a recordarnos qué significa ser mexicano? ¿Por qué el torpe afán de hacer gran pachanga de algo que nadie quería celebrar? Una vez más la oportunidad de mostrar, no condescendencia, sino congruencia, pasó de largo para políticos y toda su prole.
En cambio, abundaron los pésimos ejercicios cinestoides pomposos y con ínfulas de superioridad que tenían como objetivo “desmitificar” a los personajes históricos y presentarlos a los ciudadanos como individuos de carne y hueso, y puedo decir que lo consiguieron. ¡Claro!! Consiguieron ahondar más la brecha entre los individuos, sumar más fastidio por la historia y agrandar la ignorancia de la gente abusando de su sed de conocimiento digerido y su necesidad por conocer México. Saber que les ha sido velado por la desinformación, por el concepto fácil de los políticos y por el abuso de la telebasura patrocinado por los grandes monopolios mediáticos y de otro tipo, cuya publicidad durante el evento en la plancha del Zócalo no pudo ser más cínica y sucia.
En cambio, abundaron los pésimos ejercicios cinestoides pomposos y con ínfulas de superioridad que tenían como objetivo “desmitificar” a los personajes históricos y presentarlos a los ciudadanos como individuos de carne y hueso, y puedo decir que lo consiguieron. ¡Claro!! Consiguieron ahondar más la brecha entre los individuos, sumar más fastidio por la historia y agrandar la ignorancia de la gente abusando de su sed de conocimiento digerido y su necesidad por conocer México. Saber que les ha sido velado por la desinformación, por el concepto fácil de los políticos y por el abuso de la telebasura patrocinado por los grandes monopolios mediáticos y de otro tipo, cuya publicidad durante el evento en la plancha del Zócalo no pudo ser más cínica y sucia.