Sin lugar a dudas la valentía y el coraje del pueblo mexicano son algo que debe destacarse y que ha caracterizado a nuestra gente desde hace años. Sin embargo el hecho de que hoy me ponga a reflexionar sobre esto tiene que ver con dos asuntos en particular que confluyen en una coyuntura histórica tan surrealista como todas las demás cosas que suceden en nuestro país. Estos asuntos han puesto a prueba el valor y el coraje de todos los mexicanos y nos hacen pensar que si sobrevivimos a esto seremos más resistentes que las cucarachas. ¿Cómo alguien en su sano juicio puede soportar el embate de un mar de campañas políticas basura de cientos de lobos con piel de oveja y aún así tener tiempo para verter en vano sus esperanzas en un equipo de fútbol a sabiendas de que jamás hará un papel decente en un Mundial? No conformes con soplarnos los soporíferos debates de unos candidatos presidenciales a los cuales no se les puede creer un ápice, tenemos que aguantar los interminables debates de esquina sobre el papel de una selección mexicana que no deja de demostrar que en nuestro país las cosas nunca van a cambiar. Yo se que más de uno de los que está leyendo esto, y particularmente aquellos arrastrados por la vorágine política y futbolera del momento, se sentirán ofendidos por mi comentario, pero no se trata de pesimismo o fatalismo, sino de simple apreciación de aquello que por obvio se calla en nuestro país. En la colonia todo mundo sabe quien es el gay de la cuadra, pero por sabido se calla, pues es tan obvio que no es necesario discutir al respecto. Lo mismo pasa en estos dos asuntos. Aunque a muchos les gusta la retórica y piensan que el auto engaño es la mejor forma de protección, nadie puede ocultar el hecho de que, en el campo de la política, sin importar quien gane, el sistema político seguirá siendo el mismo. Olvidándonos de esas estupideces de los dos proyectos de nación el hecho es que México tiene un solo proyecto, aquel que surgió hace 200 años y que nació podrido. No entiendo como alguien puede tratar de imponerse el cuento, a fuerza de repetición, de que en nuestro país se puede acabar la corrupción. ¿A quién creen que engañan? Eso no pasará nunca y falta un poquitito de sinceridad para aceptar este hecho. Es cómico escuchar que se van a acabar las desigualdades, que se va a combatir la corrupción, que no habrá más tráfico de influencias. Si se acaba esto se acaba el país, por el simple y sencillo hecho de que hemos construido esta nación sobre estos principios y harían falta otros doscientos años para cambiarlo. Ante tanta barbaridad que se dice en el discurso político actual los mexicanos optan por voltear a otra opción no menos deprimente, el fútbol. Triste espectáculo ver a tantas personas desperdiciar su inteligencia en discusiones interminables sobre lo que más le conviene a la selección y lo que deben hacer para pasar a una etapa del campeonato que parece imposible de alcanzar. Una vez más el mexicano trata de tapar el sol con un dedo sin querer ver lo evidente, que la selección sólo refleja una mentalidad característica del México actual, el conformismo. Conformismo que es el resultado de una cultura basada en la aceptación de lo dado, en la realización de lo mínimo indispensable y en nuestro internacionalmente conocido dicho, que se aplica también a la política, de que el árbitro tiene la culpa. La gente se apasiona, y gasta todo su dinero, aún cuando en el fondo sabe que, como dice el título de una canción, México nunca ganará el Mundial. Es un círculo vicioso sin fin, pues la gente se conforma, y por conformismo ve el fútbol en lugar de leer, y prefiere pensar en una pelota y 22 tipos que en el futuro, y por eso acepta lo que venga, y por eso la fórmula se repite una y otra vez. Es por esto que considero que se debe reconocer el valor del mexicano, porque a pesar de todo aguanta su propia mentira, y en este caso, ha soportado esta terrible y agobiante situación de combinar elecciones y campeonato del mundo. Pero ánimo a todos, falta sólo un poco más para terminar con la tortura, sólo unos días y por fin tendremos un rato de paz, claro hasta que empiece el torneo mexicano de fútbol y el nuevo presidente asuma su cargo. ¡Suerte a todos!.
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