¿Y ahora qué?

¿Qué importa si Andrés Manuel López Obrador lleva su caso ante los tribunales?
¿Qué sentido tiene? Si él nunca ha respetado ninguna resolución, a menos, claro, le favorezca.
¿No dijo que iba a respetar los resultados de la votación? Pero invocó el fantasma de la impugnación desde que exigió se respetaran SUS resultados. Desde un principio, puso en duda la confiabilidad del IFE y eso fue antes que iniciara la carrera presidencial. Entonces ¿Para qué llevarlo a una corte si de todas formas no acatará nada de lo que ahí se diga? Por otro lado, aún persiste la posibilidad que llame a manifestaciones multitudinarias contra la determinación o el fallo de las instancias jurídicas, si resultan contrarias a sus deseos.
Ese es y ha sido el verdadero problema que en diversas ocasiones mostré aquí. El escenario último. No porque no fuera posible, al contrario, porque existía una alta probabilidad que se presentara. Y bueno, aquí lo tenemos. Eso sólo mostrará una vez más la verdadera personalidad de AMLO, constancia que sin duda pasará desapercibida -una vez más- para sus pensionados.
Ahora, el problema radica en la inmensa polarización que creó en la gente. La mayoría de los que lo siguen pensarán que les robaron y eso traerá consecuencias, ninguna buena. Y después que el polvo se asiente ¿Qué pasará? ¿Cómo llegar a los acuerdos que necesita la nación? Eso sólo a nivel de la clase política. Nunca olvidemos que el gobierno es el enemigo histórico del pueblo. No importa quien sea el vencedor en la contienda, ni uno solo de ellos en realidad, va al gobierno pensando en el beneficio del pueblo.
Para el que aún crea en los Santos Reyes, déjeme decirle que todas las promesas que un candidato le haga, son únicamente palabras. Nadie llega hasta la presidencia por su bonita cara. Todos los políticos están cortados con la misma tijera. Esperar algo de ellos, sino es torpe, sí es muy irresponsable.
Hasta que la gente deje de estirar la mano para sólo recibir, esperando que les resuelvan la vida, las cosas seguirán igual. Hasta que la gente deje de ser boba, es decir, saben lo que pasa, saben que actúan como borregada, saben que les están dando "atole con el dedo", y aún así deciden continuar con su actitud apática, en espera.
El país se compondrá en el momento en el cual todas y cada una de las personas que componen esta nación (y no me refiero a los políticos) adquieran un compromiso de asumir sus responsabilidades, porque no sólo son sujetos de derechos, sino de obligaciones. No se puede exigir sin antes haber cumplido. Y sin una actitud renovada nada será posible.
Ande, si sufragó por el Peje, vaya y apóyelo, pero de una manera responsable, comedida, pensando en todos aquellos que no votaron por él. Si votó por Calderón asuma la responsabilidad de su voto y piense en los que no sufragaron por él. Si sólo es usted una veleta al viento y votó por la "botarga", no haga ruido, pues su voto útil, resultó inútil y para la próxima vez, de verdad, póngase a pensar en el bien de México.
Ahora, no podemos pensar que los partidos políticos son la solución. Nada más alejado de la realidad. Asuma su responsabilidad y haga algo, construir un país es una tarea compleja, que requiere constancia, voluntad y muuucho trabajo. Sin eso, usted sólo estará perdiendo su tiempo y lo hará perder a los demás que lo rodean.
Por otro lado, este país tiene un trauma que con el paso del tiempo se ha convertido en una cuestión cultural: Después de la época prehispánica, seguimos esperando que llegue un Uey Tlatoani a resolvernos la vida. Pero ¡Ooh decepción! Eso nunca sucederá. Mejor piense que usted es libre de hacer lo que le venga en gana ¿Por qué entonces no poner ese deseo y libre albedrío para construir un lugar para vivir para todos aquellos que vienen atrás? ¿No es lo justo?
Yo no soy Uey Tlatoani, pero quiero un país diferente. Sueño con él.

P.D.
Ahora que se acabó el fútbol y la selección mexicana quedó eliminada -como siempre-, piense en que eso no es la vida y perciba el panorama. La vida se extiende más allá del pasto del estadio.