Hace dos días un amigo visitó mi departamento para una charla cafetera. Él, antes de viajar por el sur de México, y otros países de Europa, solía ser de esos entusiastas rockeros, skateros, punketos, slammeros, que no se pierden uno sólo de los conciertos del Zócalo y mucho menos cada uno de los festivales Vive Latino, y cuya estación radiofónica predilecta era el 98.5 con todo y la pretensiosa voz de sus conductores avinagrados. Pero ese día, mi amigo se manifestaba claramente confundido con la escena musical preguntándome sobre el porqué de la programación de mi web-radio: radiocircuitointerior.com, que para quienes no lo saben, poco tiene que ver con el rock y sus super derivaciones fresas o acaso nerd-maniacas-compufreaks, sean Teen-Punk o Folk rock o rockerito de copete. Y es que al parecer, no comprendía porqué hacía caso omiso de las expresiones nacionales del Rock pseudo funkero gringo imitador, y ni hablar de lo dark, gotico o cyber junk. Aquí, lo que compartí con èl:
Las personas de mi generación cargamos a cuestas dos pesadas piedras. La primera es la nostalgia de los rockeros y la otra es la adicción de los Techno ravers. Y por tanto nos es difícil ver la realidad o la claridad de lo que sucede en el verdadero mundo musical lejano a las expresiones que, aunque con un origen claro y significativo, se han convertido en verdaderas hierbas parasito; debajo del mainstream subyace el alma creadora de la música. La savia buena.
Creo, que esas dos piedras deben ceder el paso y desvancerse de nuestros ojos por un tiempo. Si bien el rock debía exisitir como expresión muy propia durante el cierre del siglo pasado, también se estigmatizó con la idea de que "El Rock nunca muere" por ser la música de los jóvenes, lo cual es cierto mientras se considere eso como el alma de la creación, más no como un estilo o acaso actitud de rebeldía elaborada.
Una, formada por gente de 25 o 30 años, que guardan con recelo el privilegio de haber vivido en una decada en la que no sólo el Rock nacional despertaba explosivo, sino que el acceso a grupos del extranjero era cada vez mayor. Eso por supuesto marcó a esos jóvenes para siempre. Tanto que el greengo rock sigue y sigue y seguirá.
Las personas de mi generación cargamos a cuestas dos pesadas piedras. La primera es la nostalgia de los rockeros y la otra es la adicción de los Techno ravers. Y por tanto nos es difícil ver la realidad o la claridad de lo que sucede en el verdadero mundo musical lejano a las expresiones que, aunque con un origen claro y significativo, se han convertido en verdaderas hierbas parasito; debajo del mainstream subyace el alma creadora de la música. La savia buena.
Creo, que esas dos piedras deben ceder el paso y desvancerse de nuestros ojos por un tiempo. Si bien el rock debía exisitir como expresión muy propia durante el cierre del siglo pasado, también se estigmatizó con la idea de que "El Rock nunca muere" por ser la música de los jóvenes, lo cual es cierto mientras se considere eso como el alma de la creación, más no como un estilo o acaso actitud de rebeldía elaborada.
Una, formada por gente de 25 o 30 años, que guardan con recelo el privilegio de haber vivido en una decada en la que no sólo el Rock nacional despertaba explosivo, sino que el acceso a grupos del extranjero era cada vez mayor. Eso por supuesto marcó a esos jóvenes para siempre. Tanto que el greengo rock sigue y sigue y seguirá.
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