Esta vez miró al cielo y encontró pedazos esparcidos entre las vísceras de las ciudad. El gris era absoluto y los inermes se apretujaban por miles bajo tierra. Ver los papeles solía ser un ejercicio mejorado con el tiempo. Para poder ver lo que decían habia que adivinar la llegada del siguiente. Llegaban en cualquier presentación y tamaño. Había que verlos detenidamente pues los detalles podían pasar de largo. Pero al final del día terminaba uno mareado. Sin comer y con la única meta de leerlos todos, sentía malestar al cierre de las puertas. Al salir sólo los vientos de marzo despejaban el horizonte. Respirar el aire fresco ayudaba a disolver las inclemencias del día.
miércoles, mayo 04, 2005
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