Esto simplemente no puedo quedármelo en el tintero.
Simplemente creo que después de la llegada de Beatriz Paredes a la dirigencia del Partido Revolucionario Institucional (PRI) podría marcar, si no es que la clase dirigente de esa asociación política se queda en el tejemaneje de siempre, el renacimiento de este viejo dinosaurio del siglo pasado. Muchas voces han apostado desde que perdió las elecciones presidenciales de 2000 a su eventual desaparición, y podría decirse que sí, tienen razón. Este es el final del antiguo PRI donde personajes insignes de otra forma de ejercer el poder, incontables por cierto y que terminan por desfilar en la figura de Carlos Salinas de Gortari, aquellos como Fidel Velásquez, La Quina, José López Portillo y muchos otros, hacían y deshacían a su antojo sin la oposición o la mera negativa cordial. El discurso anual para el “fellatio” colectivo de legisladores y asambleístas era ritual esperado por todos ellos cada septiembre –ahora diciembre- a fin de hacer migas con “los de arriba” e ir agarrando hueso, subir de escalafón en larga
cadena alimenticia que perpetuaba la especie y demás. Hasta allí llegó ese PRI. No puede ser de otra manera. Claro, eso si quieren recuperar su antiguo hogar de Los Pinos, en manos de su contraparte en el convite.
Sin embargo, el asunto se antoja difícil, hay mucha inercia y cuerpos putrefactos que siguen pululando en muchos lugares, sobre todo en el Palacio de San Lázaro. Será muy problemático, sino tal vez imposible que Paredes logre conjurar a todos los demonios que aún habitan los pasillos de secretarías y dependencias de gobierno. Será casi titánico acabar con los anillos de poder y componendas que tejió durante décadas el Partido y que ahora están en manos de exafiliados, como Marcelo Ebrard Casaubón, reciente heredero de las obras de su antecesor, el desaforado y transgresor de la ley, Andrés Manuel López Obrador (AMLO). Desgraciadamente, para el PRD actualmente el fellatio se pasó a sus filas y hay que rendir tributo a la personalidad, un poco menoscabada por el tremendo coscorrón –o cucharada de su propio chocolate- que les dieron en los comicios de 2006, elecciones muy manoseadas y que dejaron muy descontento al general de la población.
Paredes deberá enfrentar vicios y viejos rivales de otras épocas, como la atenta “mayestra” que casi vive junto al Salón Adolfo López Mateos y que en su momento, persiguió, acorraló, “guamaceó”, y casi acabó a la exgobernadora de Tlaxcala. Cosa que con el paso del tiempo sufrió a su vez Gordillo por mano de Roberto Madrazo.
En ese entonces me atreví a pronosticar que la tlaxcalteca sería la única opción viable para salvar al PRI, y que se podía observar con cierto repudio la “repartición” del pastel para los únicos convidados.
Únicamente quedan los estragos provocados por Madrazo y su “saquito de inoperantes” como rezago, resabio y evidencia palpable de las porquerías de las que todos hablamos y conocemos, de la poca visión que dichos individuos tuvieron para hacer crecer su parte.
Durante ese lapso pasaron infinidad de cosas, pero ¿quién se atrevía a preguntar por Paredes? Bueno ni los más descarriados se atrevieron. No obstante, la salida por la puerta de atrás de los dos ingenieros de su desgracia, me refiero a Gordillo y Madrazo, -esa pareja capaz de resumirse en una palabra: tal para cual- le dio una oportunidad única y que se preveía desde el principio: Si ella no puede hacerlo ahora, nadie podrá y no habrá mañana para ello.
Simplemente creo que después de la llegada de Beatriz Paredes a la dirigencia del Partido Revolucionario Institucional (PRI) podría marcar, si no es que la clase dirigente de esa asociación política se queda en el tejemaneje de siempre, el renacimiento de este viejo dinosaurio del siglo pasado. Muchas voces han apostado desde que perdió las elecciones presidenciales de 2000 a su eventual desaparición, y podría decirse que sí, tienen razón. Este es el final del antiguo PRI donde personajes insignes de otra forma de ejercer el poder, incontables por cierto y que terminan por desfilar en la figura de Carlos Salinas de Gortari, aquellos como Fidel Velásquez, La Quina, José López Portillo y muchos otros, hacían y deshacían a su antojo sin la oposición o la mera negativa cordial. El discurso anual para el “fellatio” colectivo de legisladores y asambleístas era ritual esperado por todos ellos cada septiembre –ahora diciembre- a fin de hacer migas con “los de arriba” e ir agarrando hueso, subir de escalafón en larga
cadena alimenticia que perpetuaba la especie y demás. Hasta allí llegó ese PRI. No puede ser de otra manera. Claro, eso si quieren recuperar su antiguo hogar de Los Pinos, en manos de su contraparte en el convite.
Sin embargo, el asunto se antoja difícil, hay mucha inercia y cuerpos putrefactos que siguen pululando en muchos lugares, sobre todo en el Palacio de San Lázaro. Será muy problemático, sino tal vez imposible que Paredes logre conjurar a todos los demonios que aún habitan los pasillos de secretarías y dependencias de gobierno. Será casi titánico acabar con los anillos de poder y componendas que tejió durante décadas el Partido y que ahora están en manos de exafiliados, como Marcelo Ebrard Casaubón, reciente heredero de las obras de su antecesor, el desaforado y transgresor de la ley, Andrés Manuel López Obrador (AMLO). Desgraciadamente, para el PRD actualmente el fellatio se pasó a sus filas y hay que rendir tributo a la personalidad, un poco menoscabada por el tremendo coscorrón –o cucharada de su propio chocolate- que les dieron en los comicios de 2006, elecciones muy manoseadas y que dejaron muy descontento al general de la población.
Paredes deberá enfrentar vicios y viejos rivales de otras épocas, como la atenta “mayestra” que casi vive junto al Salón Adolfo López Mateos y que en su momento, persiguió, acorraló, “guamaceó”, y casi acabó a la exgobernadora de Tlaxcala. Cosa que con el paso del tiempo sufrió a su vez Gordillo por mano de Roberto Madrazo.
En ese entonces me atreví a pronosticar que la tlaxcalteca sería la única opción viable para salvar al PRI, y que se podía observar con cierto repudio la “repartición” del pastel para los únicos convidados.
Únicamente quedan los estragos provocados por Madrazo y su “saquito de inoperantes” como rezago, resabio y evidencia palpable de las porquerías de las que todos hablamos y conocemos, de la poca visión que dichos individuos tuvieron para hacer crecer su parte.
Durante ese lapso pasaron infinidad de cosas, pero ¿quién se atrevía a preguntar por Paredes? Bueno ni los más descarriados se atrevieron. No obstante, la salida por la puerta de atrás de los dos ingenieros de su desgracia, me refiero a Gordillo y Madrazo, -esa pareja capaz de resumirse en una palabra: tal para cual- le dio una oportunidad única y que se preveía desde el principio: Si ella no puede hacerlo ahora, nadie podrá y no habrá mañana para ello.
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