domingo, marzo 02, 2008

¿Libertades?

De verdad ¿dónde acaba tu libertad y comienza la mía? ¿Y el respeto, dónde inicia? ¿O dónde se termina? ¿Cuál es el límite hasta el cual se le puede forzar a un criminal cualquiera, a pagar su deuda con la sociedad? ¿Hasta dónde se le puede exigir a un funcionario que cumpla con las funciones que se le pagan por hacer? ¿Cuánto se le puede recriminar a las autoridades por sus omisiones y transgresiones? ¿Hasta dónde nos podemos exigir unos a otros, como ciudadanos comunes y corrientes, cuando vemos que las cosas están mal?

¿Qué pasa si alguno de nosotros observamos a alguien más tirar basura en la calle? ¿Le recriminanos? ¿Lo invitamos a que lo haga de manera correcta? ¿Le decimos que recicle? ¿Le sugerimos que espere al camión recolector? ¿O que en caso dado, que tire el embase de su refresco en un bote de desperdicios, o bien, que lo haga llegando a su casa? ¿Como explicarle que todos tenemos responsabilidad sobre lo que compramos, incluida la basura que generamos al comprar el ó los citados artículo(s)?

Es decir: ¿Son esas tus pepitas? pues tira la pinche cascarita en la basura, donde le corresponde, pues eres responsable directo de ella. Y nadie va a venir las porquerías que tires en la calle. Es tu derecho adquirir lo que se te dé la gana, en donde mejor te parezca; pero también estás obligado a resolver el problema que generas al comprarlo.
Esta es en realidad, la vieja máxima: "Obligaciones-Derechos". No puede existir la una sin la otra y viceversa. Si se omite negligentemente una de las dos partes, se corre el riesgo de caer en la ejecución de un sistema viciado y cuya tendencia recurrente es la decadencia.

Sin embargo, el mexicano promedio -durante siglos- ha permanecido incólume ante esta situación. Y ha dejado la solución de los conflictos o inconvenientes cotidianos, en las manos y criterio de un puñado de individuos, supuestamente preparados y patriotas. Y aquí estamos, hoy día, viendo el resultado final de esaa decisión, la de optar por la cómoda actitud de delegar las cosas. El futuro se nos vino encima, y aún así, tanto gobierno(s), como población en general, seguimos en esa torpe escalada, pensando que "todavía tenemos tiempo". Cosa que por supuesto es totalmente errónea.

La gente sigue depositando sus deperdicios en la vía pública, ya sea por la hueva (sí señorita con "h") de esperar al barrendero, al camión, "la imposibilidad" de encontrar algún lugar donde tirarlas, la facilidad que da deshacerse de nuestras porquerías en un breve instante y la irresponsabilidad enorme y continua de la que somos sujeto y predicado. ¿Alguien ha visto a un fumador, traer consigo una bolsa para echar allí sus colillas? ¿O alguno ha visto a un adcito a la nicotina portar en sus pitillos un filtro especial que elimina el humo? ¿O después de echarse un buen tabaco, un fumador pide disculpas a los que no tragamos humo por deseo o convicción? En realidad ¿Cuánto ha cambiado el mexicano?

Y entiendo perfectamente que de alguna forma, se afecta la libertad de los fumadores al prohibírseles que continúen con su hábito en lugares públicos; pero no atender a las exigencias ciudadanas que piden respeto, y la inclusión de lugares "Sólo para fumadores" ¿No representa "salir con una batea de babas", al declarar que si se hace así, sólo se estará extendiendo el problema sin darle solución? Y considero que eso sí es discriminación, pues primero, sociedad, gobierno y empresas alientan el vicio, a través de comerciales, películas, novelas y demás, para acto seguido, sin ningún plan escalonado, ni programa de salud, quitarles de tajo su "muletilla".

Además, ¿por qué ese afán de distraer la atención del público en asuntos como éste, cuando al mismo tiempo se presenta la llamada reforma judicial? ¿En realidad se desvía el flujo de la "información" para que la h. audiencia se fije en otras cosas, y finalmente -como siempre-, terminar haciendo lo que se les da la gana? Y me extraña que gente como Carlos Marín centre su atención en triquiñuelas como estas; pero el vicio está cabrón ¿O no?

Las generaciones actuales, todavía conservan parte de esa forma de apreciar la vida, sin embargo, ahora son menos las personas que reflexionan así. Al contrario, somos cada vez, aquellos que pensamos y sabemos que tanto funcionarios -de cualquier nivel y filiación- como empresarios y partidos políticos en general, nos subestiman, además que no entienden ni un ápice de lo que nos impulsa y/o motiva en este país.

No sé, yo solía pensar que entre "más estudiado" estuviese un individuo, mayores serían sus oportunidades de conocer "su realidad"; pero ¡Qué equivocado estaba! Y son precisamente las cúpulas en esta nación, quienes se han encargado de desmentirme.


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