Durante mucho tiempo he pensado hablar respecto a los límites sociales aún vigentes entre hombres y mujeres. En años recientes, he percibido que existe –cada vez con mayor fuerza- un movimiento que intenta apoyar el mal llamado "empoderamiento de la mujer". La definición usual al respecto, dejando de lado su mediocre y pobre descripción en el caso mexicano, es errónea e inexacta, pues la palabra adecuada para calificar este término es "apoderamiento"; no obstante, y su significante popular y/o académico es notable. Aún con mayor razón, resulta importante no sólo apoyar un creciente movimiento, como el citado algunas líneas arriba, sino cuidarlo de los embates de tendencias contrarias –naturalmente antagónicas- que buscan sino su disolución, sí suavizarlo.
Es increíble que en pleno siglo XXI, aún existan incidentes que vulneran la condición de las mujeres en la sociedad. Es triste, por no decir patético, que algunos misóginos actúen a manera del hampa y busquen justificar sus conductas cavernícolas y salvajes con argumentos tan fatuos como imbéciles: "Ella se lo busco", "Ella me provocó", "Vestir minifalda es un grito de "estoy urgida"", "La mujeres pertenecen a su casa", "Las mujeres calladas se ven más bonitas", "Las mujeres debe uno tenerlas como a las escopetas, "cargadas y en la esquina"", y demás etcéteras por demás conocidos. Si bien, en muchos casos estas expresiones representan no el sentir pleno de todos los hombres, sí hacen hincapié en la frustración que a veces las féminas producen en los hombres, lo cual presta un sentido de hilaridad –a veces- al repetir estos refranes.
Sentimiento que se ve realzado por los cambios sufridos al interior de las convenciones sociales entre ambos sexos surgidos a partir de las batallas libradas para conseguir la equidad de género. Lucha que -en la mayoría de los casos- ha sido zanjada a favor de las mujeres, ello sin importar si son más listas, organizadas y persistentes que los hombres, (que en muchas y diversas ocasiones lo han demostrado así), sino porque los hombres son obviamente más indolentes, inconstantes, plácidos y poco coordinados, amén que les gusta más acudir a abrevar de las aguas del hedonismo –que convertido en su máximo exponente se transforma en misoginia- en lugares por demás pérfidos, ocultos y de mala venia (los consabidos table dance). No obstante, estas victorias en el mundo civilizado para lograr una mayor participación de la mujeres en la toma de decisiones se han visto empequeñecidas por la constante presión a la que se ven sometidas, desde las exigencias de un hogar normal, de un trabajo asalariado/profesional/empresarial, los ataques de idiotas en sus respectivas fuentes de trabajo, hasta las agresiones más asquerosas, viles y violentas.
Muchos tienden a culpar a los hombres de este cambio de actitudes respecto al llamado "sexo débil", sin embargo, estas conductas se han presentado desde siempre en la historia de la humanidad. Y no es una disculpa para esos entes que se auto-nombran humanos y son poco menos que eso, sino hablando contextualmente, las discusiones a favor de la mujer han reportado mejores resultados en la época actual que en toda la antigüedad. Sólo recordemos a esa eminente maestra/bibliotecaria de la legendaria biblioteca de Alejandría que murió a manos de unos bárbaros y a cuyo deceso se atribuye en parte, la desaparición de tal acervo histórico. Casos como ese sobran y ese pudiera ser el problema de fondo: hasta que no aprendamos a reconocernos en ellas -los hombres- no se podrá acceder a un peldaño más de la evolución humana.
Otro tema que ayudaría a solventar los gastos que implica un continuo y desgastante enfrentamiento social como éste, sería el respeto mutuo por los espacios entre un sexo y otro. Desgraciadamente este tema se vuelve difuso ¿Cómo lidiar con la determinación de algunas mujeres por entrar en lugares restringidos y que solían ser de acceso masculino únicamente? Algunas feministas acuden a ciertos sitios comunes como la discriminación sexual para argüir por la desaparición de clubes para caballeros, sin tomar en cuenta que existen ese tipo de lugares –sin ser anunciados como tales- exclusivos para mujeres. Además, actividades que en la antigüedad era de uso exclusivo de los hombres se han vuelto territorio fértil para la transgresión de las mujeres, quienes lo ven como un verdadero triunfo para sus expectativas, cuando en realidad es una derrota, no sólo para el movimiento que pretenden encabezar, sino para todos, pues las líneas entre un género y otro se hacen aún más borrosas y terminamos soportando cosas como a los metrosexuales, dejando de lado las conductas que en antaño se conocían como propiamente masculinas y de lo cual muchas féminas se quejan.
Creo debemos dejar de lado la concepción errónea que nos produce hablar de roles de género y su adecuada articulación en la comunidad. Es cierto que históricamente han funcionado como parte del engranaje social que sustentan, y que sin ningún "pero" que medie, se han visto modificados, han evolucionado. Sin embargo, es necesario también cambiar su significado y significante para adecuarlos a su condición contemporánea. Por otro lado, constituye un sofisma que algunas personas consideren retrógrado su acoplamiento a la sociedad actual. Estos roles de género son necesarios y se adecúan a cada persona, asignándole su posible función. Así dejan ser una imposición y se perciben como realmente son: una decisión de opción
múltiple. No son términos extemporáneos ni mucho menos, son en realidad parte integral de cada individuo. Al conocer el rol de género de cada quien es posible conocer cuáles son nuestros límites, nuestras posibilidades, y nuestro panorama para una probable transgresión contra esos mismos parámetros. Sin esta definición será imposible reconocernos y saber a ciencia cierta cuáles son nuestras debilidades, fortalezas y posibilidades de crecimiento, de evolución como especie y qué debemos esperar de nosotros mismos, amén del resto de la comunidad en la que vivimos y nos vemos insertos.
Hoy por hoy hablar de roles de género produce escarnio y un sentimiento de anacronismo, la pregunta obvia sería ¿De dónde surge esa idea de anacronismo? ¿Es una idea implantada? O ¿Es una necesidad natural de la sociedad?
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