Los días 15 y 16 de septiembre son los días que más disfruto durante el año, incluso un poco más que el 24 de diciembre. Me encanta festejar el cumpleaños de nuestra patria, ver que el sentimiento de ser mexicano aflora en cada uno de nosotros, ver nuestra bandera ondear orgullosa en cada esquina de la ciudad es algo que me enchina la piel de vez en vez. Yo sé que para sentir el orgullo de ser mexicano no necesitas estar en pleno 15 o 16 de septiembre escuchando música de marichi mientras te tomas un tequila, pero es sin duda en este par de días cuando uno se olvida de los problemas que el país puede tener, de los puercos políticos y de todo aquello que no tiene lugar en nuestras fiestas patrias para darle paso a la alegría de ser habitante de una nación tan bella como la nuestra y que a su vez es libre y soberana. Yo estoy orgulloso de ser mexicano, de ser parte de este pueblo tan cálido que es querido en todos los rincones del mundo, que es promotor de la paz mundial, que es solidario y valiente cuando se debe ser valiente pero no busca pleitos como los vecinitos del norte. Si algún día dejo estas tierras para iniciar una vida en otro país, llevaré mis colores, mi cultuta, mi historia y mi lengua con mucho orgullo a donde me toque vivir, por que ser mexicano es algo que sólo los elegidos podemos presumir.
La noche de ayer festejé el inicio de las fiestas patrias con toda mi familia, después del trabajo me lancé a casa de mi abuela para cenar pozole y ver el grito de independencia que realízó el presidente Fox, después fui con mis hermanos, primos y un par de tíos a la plancha central de la delegación Benito Juárez para unirnos al festejo que se llevaba a cabo ahí. Todo estuvo muy bien, gente festejando, cantando, los fuegos pirotécnicos seguían iluminando el cielo nocturno y el mariachi hacía vibrar a la gente con las notas del Jarabe Tapatio. Mi familia y yo ibamos caminando junto a la cadenita de puestos de comida y recuerditos que son típicos de estas fiestas cuando a uno de mis tíos se le ocurrió la gran idea de empujarnos a mi hermano menor y a mí hacia uno de los puestos de garnachas que teníamos a un lado y ... zaz!!... ¡¡tiramos el puesto!!!... jajajajajaa, mi hermano y yo fuimos a dar directo contra el puesto que vendía bimbollos con azúcar y canela acompañados miel. Creo que jamás me había reido tanto después de haber hecho el ridículo en público. A la dueña del puesto se le pagó 450 pesos por haberle arruinado el negocio de la noche y todo terminó en paz, seguimos con la fiesta y a las 3:30 a. m. ya estaba en cama listo para descansar por que tenía que trabajar al día siguiente. ¡Saludos! Bikotoru el jotinchón.
viernes, septiembre 16, 2005
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