Bueno.
Una de las cosas que más me sorprendió la primera vez que anduve caminando por Japón fue la complejidad y extensión del metro. Uno pensaría: ¡Qué va! ¡En la tierra de las tunas y los "nopales" -en todas sus ascepciones- el Metro de la Ciudad de México es una verdadera maraña. Si no eres de por aquí fácilmente te puedes perder...!
¿Sí? ¡Cómo no!
Mapa del Metro de la Ciudad de México
Yo amo al Metro del DF -claro es una de esas relaciones amor*odio, pues cosas desagradables se ven de repente por allí. Todos los que vivimos en esta urbe, o en su gran mayoría, hemos tenido que usarlo para transportarnos de un lado a otro. Para alguien que no está acostumbrado "el sistema de transporte colectivo, Metro" puede resultar un mar de dudas y nadie que te las pueda contestar. Sin embargo... el subterráneo de la ciudad de Tokyo en Japón, de veras es una cosa complicada. Los cruces, los transbordos, las líneas férreas y las líneas que salen de esta metrópoli te pueden llevar a otra ciudad. De verdad para quien nunca ha estado ahí ¡es una cosa verdaderamente espantosa!
Llegas a cualquier estación y lo primero que tienes que hacer es pagar tu boleto -obvio- pero lo diferente es que pagas por la distancia que viajarás. Es decir, tienes que hacer un cálculo con una tablita que tienes enfrente al pagar en un tragamonedas. Al pasar por el torniquete de entrada, pasas tu boleto, pero el torniquete te lo devuelve, así que lo tienes que guardar hasta que arribes a tu destino. Después el mapa ¡El bendito mapa! Ni cercanamente se parece al que tenemos en México, bueno podría haber ciertas similitudes, pero la situación de los transbordos es una cosa de ultratumba.
Una de las cosas a favor es que si te quedas dormido en el vagón o estás ebrio, los encargados del convoy -son dos- recorren todo el tren desde ambos extremos hasta que se encuentran en el centro. Si hallan por ejemplo a alguien echandose una "jetita", pues lo despiertan. Si la persona en cuestión está pernoctando con el dios "Baco" lo toman entre los dos, lo depositan fuera y en ocasiones -me tocó verlo una vez- lo suben a un taxi para que llegue a su casa.
Una de esas veces que salí de trabajar -y yo salía bastante tarde- me confié en este sistema de despertar al vecino y me quedé dormidote, sólo para darme cuenta con horror, que ya estaba amaneciendo en Yokohama.
En otra ocasión, me confundí y me perdí, no sabía que hacer, pues las instrucciones que me habían dado sonaron tan obvias, que hice mi cara de "sí, ya lo sé" ¡Carajo!
No sé cómo pude perderme así.
En fin, no queriendo dar mi brazo a torcer, traté de contactar a una amiga que en ese momento estaba estudiando la universidad por allá. Afortunadamente, sí se hallaba en su casa fue y me buscó, y después me enseñó el Mapa...
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Mapa del Metro de la Ciudad de Tokyo
Claro, el Mapa anterior no es igual al que se encuentra en cada estación, pero con esta imagen se darán cuenta que es bastante complicado. De hecho, cuando me mostró dónde estabamos dije:
-¿Pero qué, esa cruz no marca el lugar de un hospital o algo?
-NO. Para nada, esa cruz marca en realidad dónde estás parado...
-Oops!
Caray lo que es pensar como occidental en un país asiático.
Una de las cosas más bonitas que experimenté fue el respeto que los japoneses siente y reflejan en cada uno de sus actos respecto a los extranjeros. Y eso que nosotros somo "gaiyin", es decir, bárbaros -traducción literal- pues cualquier extranjero en la tierra del karate lo es. Lo que me sorprendió de verdad fue el cariño que la mayoría de las personas que conocí, sienten por el pueblo mexicano, no uno falso nacido del interés, sino uno real, originado en la simpatía y empatía por gente similar -aunque alejada en geografía-. También pude ver que sienten una repulsión actual por los "gringos" y todo lo que su cultura significa.
Una vez que andaba por el metro me topé con que no sabía como llegar a mi destino, así que me dirigí a uno de los encargados de la estación. Cuando empecé mi cuestionamiento en inglés y de la forma más educada que me era posible, el encargado me preguntó:
-¿De dónde eres?
-Ah! Soy de México
-¿Oye sabes hablar en japonés?
-Sí, pero la verdad ya casi no me acuerdo, y habló sólo un poquito
-Bueno, pues te voy a pedir que empieces a acordarte porque ahí viene un estadounidense y ya no te voy a contestar en inglés.
Gulp! -pensé- ¿Y ahora?
En eso llegó un gringo que estaba a sólo unos pasos y empezó a preguntarle por direcciones ¿Pero qué creen? Pues nada, que el japonés alzó su cabeza, se llevó la mano al oído en una mueca que suponía estaba tratando de escuchar con atención y respondió (en japonés):
-Lo siento, no entiendo. No se hablar inglés.
El gringo molesto le espetó:
-Pero si yo le acabo de escuchar hablar en inglés ¿Por qué no me quiere ayudar?
Volteó a verme. Yo obviamente pensé: "tragame tierra", pero en ese instante -de alguna forma- me acordé de mis viejas clases de japonés y con un acento para mí entonces desconocido, empecé a preguntarle al encargado de la estación dónde me encontraba para dónde tenía que ir, y aproximadamente cuánto tardaría en llegar a mi destino. El dependiente me respondió en japonés:
-¿Ya ves? Sólo tenías que esforzarte un poco. Ahora verás... tienes que irte por ...
Y comenzó su explicación. El norteamericano por su parte me observó azorado, no cabía de sorpresa. Y yo entretanto pensaba: Fiu! de la que me salve. Pobre gringo, pero ni modo mano, para que no aprendes japonés antes de venir hasta acá.
Y esa no fue la única ocasión en que algunas personas de allá me comentaron -tanto de la comunidad mexicana residente en tierra nipona como de japoneses- que al único pueblo extranjero que en realidad apreciaban en Japón era a la gente en México.
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