Creo que el asunto más importante de Semana Santa, no es ir a Iztapalapa y pasar horas bajo el rayo del sol para ver como sangran a un tipo hasta la ignominia. No es desperdiciar agua a montones y criticar a aquellos que lo hacen durante el famoso "Sábado de Gloria". No es chutarse por enésima vez "Los 10 mandamientos" o "Ben-Hur" que transmiten hasta el cansancio en la televisión. No, no y no.
La Semana Santa debe ser una etapa de reflexión de nuestra fe como cristianos, no importando si somos católicos apostólicos y romanos, evangélicos presbiterianos, bautistas, pentecosteses o cualquier otra denominación que reconoce el sacrificio de Jesús como la máxima ofrenda. Como la máxima prueba de amor, conexión, y empatía de Dios hacia el hombre.
Este tiempo debe ser un momento de recogimiento, sobre todo en tiempos como el que vivimos, dónde todo parece estar al revés, y dónde pareciera que nada está en su sitio.
Debemos pensar cómo nuestra fe se inserta en el mundo actual, nuestras actitudes, nuestras formas de interactuar con los demás, nuestras formas de pensar en el otro, ya sea nuestro prójimo cercano, inmediato o extranjero. Es decir, qué podemos hacer para no prender más fuego donde de por sí hay mucha incomodidad.
¿Qué podemos pensar acerca de la actitud de todos aquellos que nos rodean, sean inútiles e indiferentes como los funcionarios de gobierno, rebeldes iraquíes o gringos texanos que queman banderas mexicanas? ¿Qué podemos hacer para mejorar las cosas?
Es sabido que el fuego no se puede combatir con fuego y este es el momento para actuar como cristianos que somos, con reflexión, con conocimiento, con amor. Actuar de esta forma no es, y no debe entenderse como estoicismo o falta de inteligencia. Ser amoroso no significa ser "dejado", "bobo", "obnubilado" o "inculto".
Profesar una fe no debiera ser un símbolo de intransigencia, negligencia, dogmatismo o cosas similares. No es eso, y como algunos intelectuales mexicanos han tratado de hacerlo ver. Tampoco creo que la inserción de la iglesia en otros ámbitos de la vida cotidiana deba darse. Ya lo decía Cristo: "A Dios lo que Dios y a César lo que es del César" ó "No se puede servir a dos amos"
Seguir a Cristo es una forma de vida, es practicar la senda que él nos dejó. Es aceptar nuestras condiciones, nuestras deficiencias y omisiones, para sacarles el mayor provecho posible. Es saltar de nuestra condición de simples personas, de sobrepasar nuestros orígenes y construirnos en mejores seres, mejores personas, mejores ciudadanos, amigos, hijos, cónyuges, padres, hermanos, compañeros de trabajo, de escuela, de equipo. Es aprender a mirarnos con otros ojos, con los ojos y la mirada de aquel que dió su vida por nosotros, porque él siempre supo todo nuestro potencial, de nuestras ganas de ser mejores para cambiar nuestro mundo.
Feliz principio de semana
La Semana Santa debe ser una etapa de reflexión de nuestra fe como cristianos, no importando si somos católicos apostólicos y romanos, evangélicos presbiterianos, bautistas, pentecosteses o cualquier otra denominación que reconoce el sacrificio de Jesús como la máxima ofrenda. Como la máxima prueba de amor, conexión, y empatía de Dios hacia el hombre.
Este tiempo debe ser un momento de recogimiento, sobre todo en tiempos como el que vivimos, dónde todo parece estar al revés, y dónde pareciera que nada está en su sitio.
Debemos pensar cómo nuestra fe se inserta en el mundo actual, nuestras actitudes, nuestras formas de interactuar con los demás, nuestras formas de pensar en el otro, ya sea nuestro prójimo cercano, inmediato o extranjero. Es decir, qué podemos hacer para no prender más fuego donde de por sí hay mucha incomodidad.
¿Qué podemos pensar acerca de la actitud de todos aquellos que nos rodean, sean inútiles e indiferentes como los funcionarios de gobierno, rebeldes iraquíes o gringos texanos que queman banderas mexicanas? ¿Qué podemos hacer para mejorar las cosas?
Es sabido que el fuego no se puede combatir con fuego y este es el momento para actuar como cristianos que somos, con reflexión, con conocimiento, con amor. Actuar de esta forma no es, y no debe entenderse como estoicismo o falta de inteligencia. Ser amoroso no significa ser "dejado", "bobo", "obnubilado" o "inculto".
Profesar una fe no debiera ser un símbolo de intransigencia, negligencia, dogmatismo o cosas similares. No es eso, y como algunos intelectuales mexicanos han tratado de hacerlo ver. Tampoco creo que la inserción de la iglesia en otros ámbitos de la vida cotidiana deba darse. Ya lo decía Cristo: "A Dios lo que Dios y a César lo que es del César" ó "No se puede servir a dos amos"
Seguir a Cristo es una forma de vida, es practicar la senda que él nos dejó. Es aceptar nuestras condiciones, nuestras deficiencias y omisiones, para sacarles el mayor provecho posible. Es saltar de nuestra condición de simples personas, de sobrepasar nuestros orígenes y construirnos en mejores seres, mejores personas, mejores ciudadanos, amigos, hijos, cónyuges, padres, hermanos, compañeros de trabajo, de escuela, de equipo. Es aprender a mirarnos con otros ojos, con los ojos y la mirada de aquel que dió su vida por nosotros, porque él siempre supo todo nuestro potencial, de nuestras ganas de ser mejores para cambiar nuestro mundo.
Feliz principio de semana
México, Ciudad de México, Emit-Flesti
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