domingo, septiembre 03, 2006

Otro día más

Después de la "instalación" de la Sexagésima legislatura -abro un paréntesis, ¿Por qué les dará hueva a los comunicadores y políticos de este país decir sexagésima? ¿Sentirán que usan demasiadas palabras para referirse sólo a una cosa?, se cierra el paréntesis- únicamente queda por hacer el recuento de los daños.
Las pretensiones de todos y cada uno de los legisladores de este país se hicieron patentes una vez más. Y me refiero a todos, no hay quien sea mejor, no hay quien pueda decir que sólo va a legislar en favor de los mexicanos. Todos tienen la culpa. Sin embargo, y a pesar de lo que puedan decir algunas voces, los diferentes integrantes de las agrupaciones políticas de esta nación, se portaron, digamos, a la altura. No hubo derramamiento de sangre, no hubo encontronazos entre Pejistas y fuerzas del orden público. No hubo trifulca en el estrado del Palacio de San Lázaro. Bueno, hasta Fox decidió no ser "entrón" entregar el informe y regresarse a su casa ¿Quién lo dijera?
El saldo más importante somos nosotros, y no me refiero sólo a los que votaron por Calderón, Madrazo, Elba o López Obrador.
Todos somos el saldo de las elecciones del 2 de julio. En el recuento de daños y víctimas por el meteoro que acaba de sacudir las costas mexicanas, todos somos responsables y todos somos damnificados. Pero eso jamás lo verán los políticos, ninguno de ellos. En realidad, les conviene a TODOS ellos que nadie más lo vea. Bien decía alguien por ahí, -e insisto, una vez más-, : "El gobierno es el enemigo histórico del pueblo".
Que de eso no quepa duda, no importa de qué color se vista, de qué amarillo, verde o azul adornen los banderines que traigan próximamente al Zócalo. No es bueno para sus intereses particulares que alguien empiece a increparlos.
Estaba leyendo un artículo enviado por la escritora Verónica Ortiz Lawrenz en la revista Eme-Equis y que apareció en la sección La Cáscara de la Historia, -página 12 para mayores referencias. Y de verdad que me doy de topes en la pared.
Es sumamente triste que "pseudo-intelectuales" continúen en el mismo tenor. Apoyar a una persona a la que lo último que le importa es la democracia, convencidos, -convenciendo a los demás- hasta la médula que las intenciones de Sor Peje de la Democracia y Media es el candidato impuesto por el destino y los designios de los antiguos militantes de la izquierda en México, como el individuo más apto para gobernar este país. Lo que resulte opuesto a esto, simplemente es "espurio", "condenable", "deleznable", retrogrado, fraudulento y se cuece al lento, pero constante hervor de las injusticias sociales cometidas contra el pueblo. Si uno se opone a sus extraordinarias reflexiones, se puede observar como cualquiera, se convierte instantánemente en integrante de las fuerzas obscuras de un largo compló, miembro y saboteador de la democracia. Y eso de entrada es injusto. Califican, descalifican y señalan, pero a cambio piden, exigen para si mismos, todo lo contrario. Bueno, -según sus elevadas razones- es que ellos sí pertenecen a un movimiento libre y democratizador. Piden no se les prejuicie, solicitan paciencia por parte del resto de la población, subrayan que su causa es justa y por eso nos secuestran a los demás, incluso en nuestra propia casa. Sin embargo, lo que piden para sí, no es lo que dan a cambio.
Por otro lado, el texto de Enrique Hernández Alcazar trata de ver un poco más allá de simples peroratas, diatribas y acusaciones realizadas desde un púlpito de la Plaza de la Constitución.
Me da un poco de pena que la gente siga esperando a un "Mesías", a un redentor de la clase política que sí piense en el bienestar de la gente, de los oprimidos, de los campesinos, de los olvidados por el sistema, del pueblo en general. Uno que sí reparta, uno que sí anhele el bienestar y desarrollo de la población. Uno que sí piense que la educación es un elemento básico para crecer y desarrollarnos como país.
¡Qué pena! ¡Qué alejados están de la realidad!
No importa de qué color sea su insignia y capa. Ningún Súper-Amlo, ni ningún Bati-Calderón, Súper Barrio o Rayito de Esperanza, vendrán a arrasar a las narco-mafias organizadas de nuestro país.
A esos que siguen esperando -o creen que ya lo encontraron- déjenme decirles que en su ingenuidad, nos están golpeando a todos, incluidos ustedes mismos. Que si estuvieran realmente comprometidos con la sociedad a la que dicen defender -aún cuando ésta les ha dicho que no intervengan sino se les ha pedido- hubieran estado siempre pendientes, hubieran participado, habrían formado agrupaciones, órganos distintos al gobierno para monitorearlo, pero no únicamente al federal, sino a toda aquella administración local, municipal o regional. Por ejemplo ¿Qué ha pasado con esa inciativa aprobada por la pasada ALDF, donde se le da un plazo de confindecialidad de 10 años a los movimientos y acciones del Gobierno del Distrito Federal entre los años 2000-2006? Dicha moción que se aprobó al vapor y gracias a la aplanadora que tenía el PRD en esa cámara legislativa, antes que AMLO concluyera su mandato el frente de la ciudad más grande del planeta. ¿Por qué si el IFAI les pide cuentas, ellos se limitan a decir que esa es Información restringida? ¿Por qué si un ciudadano común y corriente solicita este tipo de información, casi, casi se le hace una auditoria, se le piden papeles credenciales, se le investiga exhaustivamente, se le conmina en primera instancia a desistir y para finalizar -si uno no claudica en el intento- se les niega la información requerida? Pero como diría en antaño el TRI: "¿Por qué se quejan de la paja en el ojo ajeno, si tienen una viga en el trasero?"
Entonces aquí se puede ver una aplicación dispareja de la ley, de los recursos para pedir cuentas claras a todos los funcionarios de gobierno. Lo que me conviene lo acepto, lo que no, pues que se vaya al basurero. Pero así son todos los políticos, decir que sólo Andrés Manuel López Obrador es así, sería bobo de mi parte.
Actualmente se le caricaturiza -ah! esos abiertos y responsables medios de comunicación en México-, se le ridiculiza como mecanismo automático para restarle credibilidad, para disminuir su imagen, para reducir el peligro que representa para varios sectores y de paso para tratar de calmar a los otros, a los OTROS empresarios, a los otros intereses y a los ciudadanos que mantienen a esta nación con el sudor de su frente. Es sólo otra forma de decirles "Aquí no pasa nada, sigan trabajando. El país está avante". Pero hablar así de un rival es jactancioso, -sobre todo si no está caído-, prepotente, no perdón, es estúpido, pues el país se les viene encima y quieren "tapar el sol con un dedo".
¿Quieren otro saldo?
Las instituciones de nuestro país. Todas, tribunales, juzgados, instancias electorales, gobiernos, administraciones, todos son culpables y sospechosos. Voces de la opinión pública, de ciudadanos corrientes les pidieron, les conminaron a que ayudaran a respetar el lugar de las instituciones. ¿Pero alguno oyó ese llamado?
¿No recién terminó la jornada electoral tanto Felipillo como López Obrador se proclamaron victoriosos? ¿No ambos sostuvieron que los conteos efectuados por sus equipos de campaña eran los ciertos? ¿No Andrés Manuel López Obrador, dijo: "Respeten nuestros resultados"?
Todos esos patanes ayudaron a destabilizar al país. Todos ellos son cupables directos de la situación que vive México. Y nosotros somos aún más responsables, pues nosotros somos los electores, nosotros somos los que decidimos en última instancia quién se queda. Nosotros somos igual de culpables, pues la apatía sólo sale a las calles transformada en Pejetón o para exigir a las autoridades que hagan su trabajo y combatan a la delincuencia.





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