Para los que esperaban una crítica corrosiva o justificada acerca de la política mexicana y sus esquizofrénicos actores durante este día, lo siento, este post no es para ustedes.
Si en particular, no te interesa escuchar la diatriba de alguien que está harto, no leas más, este es tu límite.
Avisado estás, así que no vayas a argüir que no se te informó oportunamente. Decía mi santa madre: "bajo advertencia, no hay engaño"
Se recomienda no continuar a partir de este punto.
Esta mañana como cualquier otra, amanecí con esos deseos de vivir (no sobrevivir, eso cualquiera lo hace) que te sacan de la cama. Ya sabes, pensando en todas esas pequeñas cosas que conforman la vida de un humanito, común y corriente: Sin muchas expectativas, ni amplias ambiciones, ni deseos de fama o acumulación de cantidades irrisorias de dinero, ni anhelos de aparecer en uno de los multifacéticos y bien pensados "reality chows" que continúan siendo el deleite de chicos y grandes, los cuales continúan intentando venderle al típico televidente descerebrado y que consume ese tipo de basura, "simplemente, porque no hay otra cosa" (valiente defensa de su "hueva mental", -Sí señorita, hueva con "h" (sic)-). Nada de eso.
Me levanté, no voy a decir que jubiloso, ni con esas ganas tremendas de comerte el mundo a puños". No, simple y llanamente me paré porque hay que ir y hacer cosas. Hay que ganarse el pan de cada día y con el sudor de la frente. Hasta ese punto nada inusual.
Amaneció lloviendo -gracias huracán Dean-, eso podría influir a otra persona; pero no a mí. La lluvia es uno de esos pocos placeres que le encuentro a la existencia en la ciudad. Todavía y en algunos lugares, huele a tierra mojada cuando el agua toca la punta de esta megaurbe. Además, me trae recuerdos.
El problema no se centra ahí.
La situación es que existen mexicanitos que simplemente no entienden nada de esta pinche vida. Estoy harto de esos cabrones. No todo es "¡Yo primero wey!" "¡Yo paso antes y te chingas!" No todo es apresurar las nalgas para hacer las cosas primero. No todo es chingar al de al lado para dizque pasar o ser el que pase primero.
¡Cómo me purga la actitud de esos pendejos! ¡Pinches oligofrénicos de mierda! Ponen su carita de idiota, su sonrisa sardónica de "¡te chingué!" o la de "que listo soy", "¡Pasé primero! ¡Soy tan chingón!".
Y uno por dentro: "No pendejo, no me ganaste, simplemente te dejé pasar, porque sino nadie pasa. Pinche idiota"
Además, uno quisiera que esa civilidad y/o urbanidad se les pegara aunque fuese por osmosis; pero nada, puras vanas esperanzas. Todos los días es igual, siempre hay un imbécil que se cruza muy chingón a sus anchas, algunos simplemente parecen vacas, y lo digo con todo el respeto que me merecen esos cuadrúpedos tan útiles, pues estos pendejos ni mugen, ni dan leche, sólo se cruzan en el camino de uno que va despreocupado por la vida. ¡Y estoy harto cabrón! ¡Estoy verdaderamente HAR-TO!
Hay días como hoy que no uno, no dos, ni tres se te cruzan, sino que te das cuenta que ahora son mayoría ¡que son un chingo de pendejos los que supuestamente son chingones y que se sienten con el derecho de pasar no sólo primero, sino pavoneándose por ello. ¡Y eso es lo que me pone verdaderamente de malas!
Entonces cuando otro burro de esos, se pone en mi camino, pues ya no me encuentra tan "suavecito" y sufre por consecuencia de mi poca paciencia e intolerancia. Ya no sirve su estúpida sonrisa (la cual esbozan al momento de aplicar su "apreciada" técnica), sino que con alevosia y ventaja, con mucha agresividad y con cara de pocos o ningún amigo, simplemente sigo mi camino, sin inmutarme, sin ceder un ápice de terreno. Si no quieren esquivarme, sino están dispuestos a desplazarse hacia otro lado, sino están dispuestos a esperarse, si creen que son muy listos y chingones, chocan, pero no sólo físicamente, sino con mi actitud que no pretende negociar, ni sentir que soy muy "chingón", ni elevarme al estatus de ser el mejor, únicamente como alguien más que tiene el mismo derecho que ellos a estar ahí.
Es en ese momento cuando la estúpida sonrisa se borra de su imbécil rostro, transmutándose en una cara de: ¿Por qué? ¿Cómo es posible? y ¡Qué poco civilizado! ¡Por qué tanta agresividad! ¡Que cabrón! ¡Qué culero! Y eso me molesta aún más, y cuando encuentro idiotas que ni siquiera saben respetar los límites más básicos de convivencia humana, ya no queda más que decir o más que hacer. Me gana la risa, pero de verdad empiezo a pensar lo peor sobre el género humano y específicamente sobre los mexicanos, más aún sobre los chilangos, y me deja solamente un sentimiento de hastío y enojo y dudas sobre la idiosincrasia de este ¡bendito pueblo!
Si en particular, no te interesa escuchar la diatriba de alguien que está harto, no leas más, este es tu límite.
Avisado estás, así que no vayas a argüir que no se te informó oportunamente. Decía mi santa madre: "bajo advertencia, no hay engaño"
Se recomienda no continuar a partir de este punto.
Esta mañana como cualquier otra, amanecí con esos deseos de vivir (no sobrevivir, eso cualquiera lo hace) que te sacan de la cama. Ya sabes, pensando en todas esas pequeñas cosas que conforman la vida de un humanito, común y corriente: Sin muchas expectativas, ni amplias ambiciones, ni deseos de fama o acumulación de cantidades irrisorias de dinero, ni anhelos de aparecer en uno de los multifacéticos y bien pensados "reality chows" que continúan siendo el deleite de chicos y grandes, los cuales continúan intentando venderle al típico televidente descerebrado y que consume ese tipo de basura, "simplemente, porque no hay otra cosa" (valiente defensa de su "hueva mental", -Sí señorita, hueva con "h" (sic)-). Nada de eso.
Me levanté, no voy a decir que jubiloso, ni con esas ganas tremendas de comerte el mundo a puños". No, simple y llanamente me paré porque hay que ir y hacer cosas. Hay que ganarse el pan de cada día y con el sudor de la frente. Hasta ese punto nada inusual.
Amaneció lloviendo -gracias huracán Dean-, eso podría influir a otra persona; pero no a mí. La lluvia es uno de esos pocos placeres que le encuentro a la existencia en la ciudad. Todavía y en algunos lugares, huele a tierra mojada cuando el agua toca la punta de esta megaurbe. Además, me trae recuerdos.
El problema no se centra ahí.
La situación es que existen mexicanitos que simplemente no entienden nada de esta pinche vida. Estoy harto de esos cabrones. No todo es "¡Yo primero wey!" "¡Yo paso antes y te chingas!" No todo es apresurar las nalgas para hacer las cosas primero. No todo es chingar al de al lado para dizque pasar o ser el que pase primero.
¡Cómo me purga la actitud de esos pendejos! ¡Pinches oligofrénicos de mierda! Ponen su carita de idiota, su sonrisa sardónica de "¡te chingué!" o la de "que listo soy", "¡Pasé primero! ¡Soy tan chingón!".
Y uno por dentro: "No pendejo, no me ganaste, simplemente te dejé pasar, porque sino nadie pasa. Pinche idiota"
Además, uno quisiera que esa civilidad y/o urbanidad se les pegara aunque fuese por osmosis; pero nada, puras vanas esperanzas. Todos los días es igual, siempre hay un imbécil que se cruza muy chingón a sus anchas, algunos simplemente parecen vacas, y lo digo con todo el respeto que me merecen esos cuadrúpedos tan útiles, pues estos pendejos ni mugen, ni dan leche, sólo se cruzan en el camino de uno que va despreocupado por la vida. ¡Y estoy harto cabrón! ¡Estoy verdaderamente HAR-TO!
Hay días como hoy que no uno, no dos, ni tres se te cruzan, sino que te das cuenta que ahora son mayoría ¡que son un chingo de pendejos los que supuestamente son chingones y que se sienten con el derecho de pasar no sólo primero, sino pavoneándose por ello. ¡Y eso es lo que me pone verdaderamente de malas!
Entonces cuando otro burro de esos, se pone en mi camino, pues ya no me encuentra tan "suavecito" y sufre por consecuencia de mi poca paciencia e intolerancia. Ya no sirve su estúpida sonrisa (la cual esbozan al momento de aplicar su "apreciada" técnica), sino que con alevosia y ventaja, con mucha agresividad y con cara de pocos o ningún amigo, simplemente sigo mi camino, sin inmutarme, sin ceder un ápice de terreno. Si no quieren esquivarme, sino están dispuestos a desplazarse hacia otro lado, sino están dispuestos a esperarse, si creen que son muy listos y chingones, chocan, pero no sólo físicamente, sino con mi actitud que no pretende negociar, ni sentir que soy muy "chingón", ni elevarme al estatus de ser el mejor, únicamente como alguien más que tiene el mismo derecho que ellos a estar ahí.
Es en ese momento cuando la estúpida sonrisa se borra de su imbécil rostro, transmutándose en una cara de: ¿Por qué? ¿Cómo es posible? y ¡Qué poco civilizado! ¡Por qué tanta agresividad! ¡Que cabrón! ¡Qué culero! Y eso me molesta aún más, y cuando encuentro idiotas que ni siquiera saben respetar los límites más básicos de convivencia humana, ya no queda más que decir o más que hacer. Me gana la risa, pero de verdad empiezo a pensar lo peor sobre el género humano y específicamente sobre los mexicanos, más aún sobre los chilangos, y me deja solamente un sentimiento de hastío y enojo y dudas sobre la idiosincrasia de este ¡bendito pueblo!
Mientras yo despepito con coraje, indignación y anhelo de justicia contra aquellos imbéciles que se sienten con derecho a todo y sobre todos, y que desgraciadamente habitan esta amada-odiada ciudad, muchos de mis compatriotas sufren la llegada de un meteoro verdaderamente peligroso y que amenaza a muchos estados de las República, incluido el terruño de mi madre: Veracruz
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