lunes, febrero 25, 2008

¿Será sólo suerte?

La solución a las preguntas difíciles, generalmente, se consigue de manera casi instántanea. Al contrario, las preguntas más sencillas, carecen de respuestas rápidas y simples. Como acto cotidiano esas puercas, testarudas y poco extravagantes cuestiones, nos dejan con un verdadero palmo de narices. Nunca es fácil encontrar una razón a dudas como: ¿De dónde venimos? ¿Quienes somos? ¿Adónde vamos? ¿Por qué? ¿Cuándo? ¿Para qué?
Son éstas, las que nos ponen en aprietos. Nada más difícil que encontrar una explicación veraz y honesta sobre asuntos como los arriba mencionados.

Pero ¿Qué pasa cuándo tratamos de evidenciar la realidad nacional? Al primer momento, saltan idealistas que señalan que la composición nacional debe ser una, opuesta a la que se ciñe ahora. Otros se van por tratar de delegar responsabilidades y sacan su gordo catálogo de denuncias y culpables, intentando desconcentrar con afanes propios, la atención del público asistente. Otros más, se invisten con el ropaje de la solemnidad, la pureza y santidad que únicamente las causas de los desprotegidos pueden brindar. Sin embargo, ninguno de ellos responde de manera directa al primer cuestionamiento que se les efectuó. Todos se andan por las ramas, echándose la bolita, y reaccionando de manera lerda, provocadora y estúpida, al tiempo que los demás, inquirimos: ¿Y ora, cómo saldremos de esta?

Es precisamente aquí, donde puede verse que Dios es pródigo con su gente y siempre está presente en la vida de los mexicanos, sino ¿De qué otra forma podríamos explicar cómo carajos hemos conseguido llegar hasta aquí? Cualquier otra patria en el orbe, ya hubiese sucumbido ante peligros, amenazas, bajo el peso de sinsabores, excesos, ignorancia, desapego, orgullos necios, prejuicios, vanaglorias, prepotencias y tufillos castristas.

Y no es que sea guadalupano (que ni al caso), pero pobre de tu pueblo Señor.


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