Esta es la reproducción de un correo electrónico que acabo de enviarle a Miguel Ángel Ferrer-Mentor, escritor, y entre otros, columnista de la revista Siempre!, respecto a una situación singular que se ha venido repitiendo entre muchas personas que se dedican a vertir sus ideas en algún medio de comunicación masiva. Y lo hice debido a un artículo que publicó el domingo pasado.
Jesús Ortega, a la derecha del PRD
Fruto del fraude electoral más escandaloso de la historia de México, el gobierno de Felipe Calderón no ha escatimado esfuerzos en su intento de conseguir que los millones de víctimas del crimen del 2 de julio de 2006 se resignen ante la fuerza de los hechos consumados y dejen de señalar que el país vive en un régimen de facto, en una dictadura militar apenas disfrazada.
Nota Completa
Si llega a existir una respuesta, cualquiera que esta sea, la postearé por aquí.
Querido y nunca bien ponderado Miguel Ángel:
Sé de entrada que eres un amable seguidor y simpatizante de las huestes que siguen a Andrés Manuel López Obrador, la cual me parece una posición, sino compartida, sí muy respetable (y lo hago pensando en Voltaire). Sin embargo, y a pesar que no gozamos de las mismas experiencias ni puntos de vista, y que en variadas ocasiones me has causado graves disgustos con tu forma de expresarte; disfruto tu discurso, pues exhibe esa otra parte de la que consta la sociedad, no el opuesto natural, pues soy un ciudadano de a pie como el que más, pero que no gusta de radicalidades y mucho menos de la crítica realizada desde una lavadora.
Me explico: "una máquina sin conciencia y que no reconoce texturas"
Reitero: Me gusta leerte, aunque muy pocas veces coincido contigo, no obstante, me produce repelús que continúes en tu afanes por destrozar entre otras cosas, al idioma español ¿Por qué seguir con los afanes de gente encaramada en el gobierno tradicional y que buscan integrar en la cultura popular términos "espurios", palabras ajenas -en el menor de los casos-, extrañas y que intentan perder esa poca identidad nacional que aún nos queda?
Y seré aún más específico: ¿Por qué usas "aguascalentenses" cuando de entrada sabes que existe un gentilicio exacto para tales usos?
¿Cómo tomar con seriedad tus palabras, sino tomas de igual manera el uso de las palabras? ¿Por qué no asumir, desde ese punto (como inicio) tu responsabilidad sobre ellas y ganar así un mayor número de lectores?
Me "pudre" sobremanera que a sabiendas, gente como tú utilice palabras de forma errónea, y déjame ejemplificar: "la treinta y dos reunión", "Iztapalapa", "Tasqueña", términos que a fuerza de prolongar su uso cotidiano, se quedan entre nosotros, perpetuando ignorancia, negligencia y omisión. Permíteme obviar: sé de antemano que tales palabras se aferran como parte del lenguaje diario por su constante ir y venir, pero seguro que en algún lugar tuvieron su origen. La "treinta y dos reunión" no es tal, es: "La trigésima segunda reunión", Iztapalapa se perpetuó gracias a personas que intencionalmente la empezaron a escribir con "Z", y Tasqueña ha estado rotulada en los letreros que indican la dirección del metro en la línea Uno del Sistema Colectivo de Transporte, esperando su oportunidad.
"No por repetir una mentira cien veces, ésta se vuelve verdad", quien inicia esa farsa lo hace con sus objetivos muy claros, entre ellos se incluye el intento fugaz de apedrear al sentido común -"el menos común de los sentidos", dirían por ahí-, con la meta de desaparecerlo, y crear sino confusión, si una degradación constante del espíritu de un pueblo, su identidad y sus costumbres.
Me intriga sobremanera que así de fácil y con pocas ganas de mantener un discurso sano y serio te empeñes en cuajar tales palabras, sabiendo que causarán un daño (y no por la motivación).
Esperando en cualquier momento tu amable respuesta,
Quedo de tí,
Mekishiko-NoNeko
Jesús Ortega, a la derecha del PRD
Fruto del fraude electoral más escandaloso de la historia de México, el gobierno de Felipe Calderón no ha escatimado esfuerzos en su intento de conseguir que los millones de víctimas del crimen del 2 de julio de 2006 se resignen ante la fuerza de los hechos consumados y dejen de señalar que el país vive en un régimen de facto, en una dictadura militar apenas disfrazada.
Nota Completa
Si llega a existir una respuesta, cualquiera que esta sea, la postearé por aquí.
Querido y nunca bien ponderado Miguel Ángel:
Sé de entrada que eres un amable seguidor y simpatizante de las huestes que siguen a Andrés Manuel López Obrador, la cual me parece una posición, sino compartida, sí muy respetable (y lo hago pensando en Voltaire). Sin embargo, y a pesar que no gozamos de las mismas experiencias ni puntos de vista, y que en variadas ocasiones me has causado graves disgustos con tu forma de expresarte; disfruto tu discurso, pues exhibe esa otra parte de la que consta la sociedad, no el opuesto natural, pues soy un ciudadano de a pie como el que más, pero que no gusta de radicalidades y mucho menos de la crítica realizada desde una lavadora.
Me explico: "una máquina sin conciencia y que no reconoce texturas"
Reitero: Me gusta leerte, aunque muy pocas veces coincido contigo, no obstante, me produce repelús que continúes en tu afanes por destrozar entre otras cosas, al idioma español ¿Por qué seguir con los afanes de gente encaramada en el gobierno tradicional y que buscan integrar en la cultura popular términos "espurios", palabras ajenas -en el menor de los casos-, extrañas y que intentan perder esa poca identidad nacional que aún nos queda?
Y seré aún más específico: ¿Por qué usas "aguascalentenses" cuando de entrada sabes que existe un gentilicio exacto para tales usos?
¿Cómo tomar con seriedad tus palabras, sino tomas de igual manera el uso de las palabras? ¿Por qué no asumir, desde ese punto (como inicio) tu responsabilidad sobre ellas y ganar así un mayor número de lectores?
Me "pudre" sobremanera que a sabiendas, gente como tú utilice palabras de forma errónea, y déjame ejemplificar: "la treinta y dos reunión", "Iztapalapa", "Tasqueña", términos que a fuerza de prolongar su uso cotidiano, se quedan entre nosotros, perpetuando ignorancia, negligencia y omisión. Permíteme obviar: sé de antemano que tales palabras se aferran como parte del lenguaje diario por su constante ir y venir, pero seguro que en algún lugar tuvieron su origen. La "treinta y dos reunión" no es tal, es: "La trigésima segunda reunión", Iztapalapa se perpetuó gracias a personas que intencionalmente la empezaron a escribir con "Z", y Tasqueña ha estado rotulada en los letreros que indican la dirección del metro en la línea Uno del Sistema Colectivo de Transporte, esperando su oportunidad.
"No por repetir una mentira cien veces, ésta se vuelve verdad", quien inicia esa farsa lo hace con sus objetivos muy claros, entre ellos se incluye el intento fugaz de apedrear al sentido común -"el menos común de los sentidos", dirían por ahí-, con la meta de desaparecerlo, y crear sino confusión, si una degradación constante del espíritu de un pueblo, su identidad y sus costumbres.
Me intriga sobremanera que así de fácil y con pocas ganas de mantener un discurso sano y serio te empeñes en cuajar tales palabras, sabiendo que causarán un daño (y no por la motivación).
Esperando en cualquier momento tu amable respuesta,
Quedo de tí,
Mekishiko-NoNeko
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