miércoles, junio 22, 2005

La inmundicia

Te encuentras arrastrando los pies por la banqueta, llena de "algo", de ese espacio vacío bajo la lengua que se siente al salir a las calles durante la madrugada. Se supone que a esas "altas horas de la noche", la ciudad es de uno, pero se hallan -se los tiene uno que encontrar a fuerzas- intrusos que tratan de menguar la "ya de por si escasa tranquilidad" de nuestra conciencia. Hablar con ellos es como hablar con un pacheco. También ellos arrastran "algo" -la lengua- por lo cual es casi imposible entender lo que dicen, eso cuando logran juntar dos palabras para después vomitarlas en la alcantarilla. L(a)os divas que insultan a los que pasan cerca para que los "peles", porque han salido a hacer su acostumbrado trueque con sus pocas miserias. El "hambre" se les ve en los ojillos. Esos que sientes en la espalda una vez que has pasado de largo, para tratar de perderte -otra vez- en las calles que sientes tuyas, debajo de los zapatos. Al llegar a la esquina sientes algo descompuesto. Como que el reloj de alguien se detiene. Es la pinche alarma de alguien que tiene que irse a trabajar temprano. Y recuerdas que ese alguien podría ser "miguelito".


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