domingo, junio 26, 2005

La inmundicia

Los trasnochados, como siempre, se sentían a sus anchas en las venas abiertas de la ciudad. Se negaban a dar su brazo a torcer mientras demabulaban en busca "de qué hacer". De las manzanas podridas se podía decir todo, cualquier cosa. Incluso había quien se sentía con el derecho de juzgar por su posición de "persona decente", "juiciosa", la acción más trivial. Perros baratos ¿Para qué invadían ese espacio sagrado? ¿Qué no tenían cosas más importantes y apremiantes que hacer? ¿La trascendencia histórica de su vida -sobre la cual giraba el universo entero- no tenía elementos más importantes que registrar?
Por cantar tres corridos en Garibaldi, comer caldos de gallina e ir a ver cantar a "Paquita la del barrio", ya se sentían bohemios experimentados, capaces de negar o afirmarlo todo. Para llegar hasta allá, en primera, es necesario tener llagas abiertas y preguntarte hasta el hartazgo -sin solución posible- el porqué de las cosas, la gente y los lugares. Si eres un reflejo, si únicamente eres uno más en la gran urbe ó te ocultas poniéndote de rodillas en los rincones más obscuros, gimiendo.


No hay comentarios.: