lunes, octubre 23, 2006

Joseph Ratzinger y su idea de rezar en latín

Leyendo algunos artículos en la red me encontré con esta verdadera joya de la tolerancia religiosa suspendida, actualmente, sobre nuestras cabezas.

Clérigos franceses critican planes del Papa de misa en latín
PARIS (Reuters) - El eventual restablecimiento de la misa en latín por parte del Papa Benedicto XVI provocó protestas del clero católico de Francia, que se opone a que el Pontífice haga semejante concesión a las facciones tradicionalista que rechazan las reformas del Concilio Vaticano II.
Cinco obispos y 30 sacerdotes, un número considerable en una iglesia normalmente cautelosa respecto del disentimiento abierto, expresaron serias preocupaciones sobre otorgar esa opción a los ultra conservadores, que rechazan las reformas del concilio.
La lealtad inquebrantable a la vieja misa en latín o tridentina, a menudo va de la mano con el rechazo a las reformas del Vaticano II, que abrió la iglesia al respeto y cooperación con otras religiones y estableció una liturgia más moderna en idiomas locales

Es increíble que Ratzinger, habiendo sido la mano derecha de Juan Pablo II, siga en sus afanes por consolidar el odio y/o rechazo de amplias porciones de la sociedad civil a nivel mundial. Y no me refiero únicamente, a todos aquellos ajenos al dogma de esta institución religiosa, quienes comúnmente integran -desde hace décadas- a grupos opositores que desprecian o critican arduamente a la comunidad católica. No. Desgraciadamente, me refiero a sus propios creyentes.
No sé, tal vez me adelanto un poco, pero esto sólo representa la punta del iceberg. He platicado con algunos de ellos, y esperan con tristeza, el llamado "sisma", augurado en diversas visiones, antiguas y modernas, contenidas en algunos de sus escritos y textos de referencia. Por otro lado, cada día se desdibuja con mayor precisión, el baúl de intenciones que trae a cuestas el nuevo pontificado en Roma. El cual está empecinado en regresar a la época de la cavernas para consolidar "sus propias reformas", si se le pueden llamar así. Lo único que sí está claro, es su obsesión por retener el poder a costo de lo que sea y beneficiar únicamente -y como toda edificación humana- a unos pocos. Porque no se puede arguir que Benedicto XVI no tiene experiencia o no posee el conocimiento suficiente para hacer frente a crisis como éstas.
Sin embargo, pareciera que al nuevo Papa no le afectan los conflictos actuales y que estremecen al Vaticano desde sus cimientos, incluidos los casos de obispos acusados de actuar en complicidad con pederastas, éstos últimos, integrantes activos del cuerpo de la iglesia, la escacez de personas interesadas en abrazar la vida eclesiástica, el alejamiento al interior de su propia congregación, su obstinación por causar una buena impresión a nivel internacional, sobre todo en lo que respecta a los pueblos islámicos, etcétera, etcétera.
¿Qué más se le podría pedir a este "guía" de los católicos?
De verdad -y sin ser católico apostólico y romano-, sí se le extraña a ese pastor llamado Juan Pablo Segundo. Cada momento que pasa, se hacen más necesarios individuos como él y como Teresa de Calcuta, pero cada día también, hay muchos, muchos menos.


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