martes, junio 17, 2008

¿A poco sí nos excedió?

Definitivamente la delincuencia nos ha rebasado, pero no porque los gobiernos estatales y federal sean una suma de iniputables que no sabe por dónde empezar a tratar con la caterva de imbéciles que se dedican a actividades criminales. No, en realidad, me refiero a todos nosotros, a todos aquellos que nos quejamos amargamente tanto de la omisión, corrupción, márgenes de maniobra, como del crecimiento exponencial de las redes de mafias y asquerosos maleantes que nos rodean.

Me refiero a la mayoría de la población. Esos mismos que nos vemos arrinconados, desprotegidos y amedrentados por una ralea de delincuentes de toda índole, desde raterillos de poca monta, asaltantes de tarjeta-habientes, comandos armados que atacan cajeros automáticos y bancos a cualquier hora y lugar, secuestradores de todo tipo, desde aquellos que piden rescate, hasta esos otros que se llevan a la gente para venderla o matarla, asesinos, defraudadores, gavillas de hombres armados por todo el territorio nacional, funcionarios y policías corruptos que agreden a la población, en algunos casos imputándoles cargos inexistentes, empresarios sin escrúpulos que no venden su poca madre, porque probablemente ya no la tienen, y que se hacen con los bienes y riqueza de otros tantos, y en muchas ocasiones dañan sin remedio el medioambiente y/o el patrimonio cultural de infinidad de localidades y pueblos.

Pero este no es un hecho aislado y de aparición reciente, no, al contrario, este es un cáncer que dejamos crecer desde hace décadas, y el cual hoy reclama lo que es suyo: nuestra sangre, nuestro cuello, nuestros hijo(a)s, nuestra salud, nuestro patrimonio, nuestra tranquilidad, nuestros trabajos, nuestro dinero/bienes y nuestras vidas.

Nos vimos rebasados hace décadas, pero nadie hizo nada, y mucho menos nosotros, que lo considerábamos como una obligación racional, funcional y fundamental de las "autoridades" en este país. Este México surrealista donde los delincuentes, alguna vez, fueron apreciados como héroes. Casos y ejemplos sobran en el imaginario colectivo, desde Juan Charrasqueado, Pancho Villa, Chucho el roto, hasta El Tigre de Santa Julia y el “Chapo” Guzmán.

Para muchos en esta nación, algunos capos del crimen organizado mexicano, representan una oportunidad de comer y medio vestir a sus hijos, de defenderse de autoridades y funcionarios corruptos, al más claro estilo de las asociaciones delictivas de principios del siglo pasado en EU, cuando gente como Lucky Luciano y demás mafiosos, adquirían favores de la gente común y corriente, de jueces y funcionarios de gobierno, sólo para seguir rompiendo con las reglas establecidas. Algunos escritores, como Mario Puzo, prefieren verlo de manera romántica y sostienen que los famosos “hombres fuertes” de la “cosa nostra”, simplemente defendían y se protegián a sí mismos de la opresión a la que eran sometidos, en general, los pobres en territorio estadounidense.

Sin embargo, la situación en México está totalmente desbordada. Después que el liderazgo e importancia del gobierno federal dentro del crimen se vió eliminada ó verdaderamente limitada, los delincuentes de antaño fueron sustituidos por gente con menos escrúpulos que ellos, sin moral de ningún tipo, con miras a ejercer su influencia en el vacío de poder dejado por individuos como “el negro” Durazo y demás etcéteras, quienes destituidos, descreditados y encarcelados, tuvieron que entregar sus cotos y prebendas. Durante décadas, las redes criminales, y esto era “un secreto a voces” funcionaban únicamente bajo la autoridad correspondiente. O se “alineaban por la derecha” o simplemente eran desechadas y sus integrantes solían “desaparecer”. Después del desmantelamiento de los antiguos sistemas de inteligencia, los cuales funcionaban solamente como medios para la represión y persecusión de grupos disidentes, y el exterminio de posibles brotes de manifestación social, los criminales supieron aprovechar todo tipo de beneficios obtenidos a partir de esta decisión presidencial. Ya no hubo manera de detectarlos, y sus formas de operar se mezclaron con los servicios de inteligencia, muchas de sus redes fueron usadas en sentido contrario: para detectar las posibles acciones en su contra. Eso dejando de lado el contubernio entre autoridades corruptas y mafiosos.

Ahora, sencillamente, es imposible vivir en este país. La delincuencia está, literalmente, sobre la población y no hay quien la defienda. Esto lo saben muy bien quienes siempre se aprovechan de ella, pues ya no sólo atacan a funcionarios judiciales y líderes de otras organizaciones, sino que cualquiera puede y se convierte en su víctima. No importa la condición social, económica o edad, lo únicamente importante para ellos es demostrar poder, y lo hacen secuestrando o asesinando a diestra y siniestra.

Yo como ciudadano común y corriente pregunto: ¿Por qué habríamos de presevar sus derechos humanos, al momento de ser detenidos, si ellos jamás contemplaron los de aquellos a quienes atropellan o matan? ¿Por qué cuidarles, si no hacen otra cosa que violar y asesinar niños, matar a padres de familia, quemar negocios, acabar con el pobre tejido social del cual son producto, atacar a mujeres inocentes o valientes, quemar en barriles con ácido a personas que cayeron en sus garras, secuestrar a hijas, madres y abuelas? ¿Por qué respetarles como seres humanos, si ellos no dan muestras de esa condición, y ni siquiera respetan la vida de gente inocente que va a un hospital? ¿Por qué respetar su vida, si ni siquiera cuando están presos representan un bien a la comunidad, pues no trabajan en su “readaptación social”, y no le traen ningún beneficio a la sociedad, sino todo lo contrario? ¿Por qué cuidarlos, vestirlos y alimentarlos si no representan nada bueno? A parte de que nos agreden, nos atacan, violan y asesinan ¿hay que cargar y gastar en ellos?

¿Por qué no ponerlos a trabajar en la reedificación, remodelación y construcción de infraestructura y carreteras? ¿Por qué no hacerlos que laboren y se ganen su comida? ¿Por qué no ponerlos a trabajar en el vapuleado campo mexicano, ese del que todo mundo se queja y que supuestamente necesita mano de obra barata? Simplemente porque si se les pone a trabajar ¿se están violando sus derechos humanos? ¿Por qué no verdaderamente los ponen a aprender un oficio con el cual paguen su estadía en las prisiones, y no me refiero solamente a hacer “bonitas” artes plásticas para su venta en bazares de la ciudad? ¿Por qué no se les exige comunitaria y masivamente a las inútiles autoridades de este país, un combate frontal con servicios de inteligencia y contrainteligencia, a fin de detectar, planear estratégicamente, y enfrentar efectivamente a la delincuencia, y no solamente profiriendo palabras baratas y dando estúpidos golpes mediáticos?

¿Cómo entender que la sociedad necesita no sólo medidas más fuertes y sanciones más agresivas, sino parámetros de enseñanza y prevención desde las escuelas? Y no me refiero a pendejadas como los operativos “mochila segura” o la llamada actualización del sistema educativo ¿Cómo hacerle entender a las personas que la corrupción es parte de la guerra contra narcos y criminales, y que si no empezamos por ahí, con algo pequeño; pero bien hecho, no se podrá avanzar en nada más?

Un último pensamiento, el cual no lo he expresado en mucho tiempo. En Japón se sabe desde hace mucho tiempo que las sociedades Yakuza no agreden a la población general como medida de ganancia, pues se detienen por un simple hecho del sentido común: porque precisamente, viven de ella.


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