Hace algunos años mi buen amigo Isami, me invitó a viajar hasta Guanajuato para asistir al Festival Internacional Cervantino en su aniversario número 30. En un principió dudé de realizar el viaje, pues no hacía mucho tiempo que yo había visitado Guanajuato por mi cuenta, pero acepté ir con la promesa de que no gastaría mucho en el transporte y el hospedaje, así que me aventuré. El viaje no empezó bien de principio, el camión guajolotero donde ibamos estaba lleno de weyes que gritaban tanto que uno no podía escuharse pensar y ya habían empezado a beber, fue entonces cuando me percaté de que el 80% de la gente que viajaba en ese autobús solamente iba con la idea de chupar como idiota y tener todo el sexo posible, pero ni un plan de asistir a los eventos culturales que se presentan en el festival, lo cual se supone sea lo principal en ese festival... ¡¡la cultura!!. En fin, después de sufrir toda la tarde y gran parte de la noche en aquel autobús con tanto loco y de casi quedarme abandonado en un pueblo bicicletero gracias al chofer que no verificó si faltaba gente por subir después de realizar una parada para estirar piernas y vaciar vejigas, llegamos a Guanajuato, ¡ah cómo adoro esa ciudad!. Pero esta vez Guanajuato estaba completamente diferente, las calles estaban repletas de gente, se podía escuchar a las estudiantinas cantar a todo pulmón y la luna se veía preciosa, así que me dije "es Guanajuato, acá todo es lindo, vas a estar bien". Descargamos las maletas del camión y todo el grupo inició el recorrido al lugar de hospedaje por el que habíamos pagado lo que yo consideré "una ganga"... ¡¡pero claro que iba a ser una ganga!!, si el lugar se caía a pedazos, apenas pisabas el suelo del cuarto y juro que todo el edificio se tambaleaba, la simple idea de moverte durante la noche para acomodarte en la cama era cuestión de peligro. Vale, tengo muchas quejas de aquel lugar donde pasamos las noches en Guanajuato, pero mi verdadero desencanto vino al otro día cuando salimos temprano a recorrer la ciudad y nos topamos con gente hundida en el alcohol durmiendo en la calle o comprando más licor... para mí fue muy triste ver el "espíritu" del Cervantino de esa forma. Yo iba con la idea de poder ver aunque sea una obra de teatro o un concierto, entonces le pregunté a mis compañeros de cuarto (que eran amigos de mi cuate), ¿vamos a ir a algún espectáculo?... uhhh! todos me vieron con cara de "te sientes bien wey?", así que mejor no insistí publicamente y me organicé con mi amigo para ir nosotros dos a ver una puesta en escena de teatro japonés y entonces se vino mi segunda desilusión, los boletos para ver uno de los eventos del festival costaban un hue... ¡costaban mucho!, así que ni modo, me tuve que joder a seguir viendo weyes súper borrachos cantando en la calle. Aunque tuve buenos y divertidos momentos durante el viaje, me prometí que no volvería al festival si no tenía seguro que asistiría a uno de los eventos grandes y entonces vivir de verdad la experiencia del Cervantino.
lunes, agosto 15, 2005
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