No quería unirme a la sobresaturada corriente de notas, noticieros, medios informativos y comentarios respecto al reciente maremoto que azoló Asia. Al trabajar en un lugar donde las notas internacionales son el "pan nuestro de cada día", es una tarea rutinaria observar las fotos de tal o cual información. Se me llenan los ojos de lágrimas cada vez que veo el sufrimiento de las personas. Miles de muertos. ¿Cuántas historias fueron truncadas en cuestión de tres minutos y medio? Alegrías, momentos de superación, lucha constante por la vida, trabajo, esfuerzo, familias, anécdotas matrimoniales, bodas, nacimientos. ¡Dios, es imposible contarlas todas! ¡Todas cortadas de tajo, en sólo tres minutos! Las fotos sobre el suceso me golpean ¡Dios tantas personas en estado de descomposición! Inflamadas del rostro. Sólo cadáveres. Mujeres, hombres, no puedo distinguir unos de otros. La estancia en el agua de los cuerpos aceleró su proceso de descomposición. Se les cayó el cabello. Algunos ni ropa traían. Lo único que me calma un poco -en realidad no- es que los infantes y los bebés parecen dormidos. Como solía decir Simone de Beuvoir: "La muerte es una violencia indebida", es decir uno vive la muerte de los que fallecen. Quienes padecen la tragedia son los sobrevivientes, quienes sufren el temor somos todos los demás.
Bueno, escuchas el atronador sonido del agua, pero ¿para dónde te echas a correr? A menos que seas un corredor estrella en los 100 o los 400 metros planos, tienes una pequeña oportunidad de salir con vida. Lo más aterrador es que esto -y no es nada nuevo, ni acabo de descubrir el hilo negro, ni nada por el estilo, obviamente- le pudo, le pasó a cualquiera. NO tengo muchas ganas de terminar este escrito, los sinónimos se me revuelven, la semántica, la sintaxis y los dedos se niegan, pero debo tratar de sacar todo el miedo y la tristeza que me causa este acontecimiento. Podría parecer "kitch", pero no me importa, me tiene sin cuidado, yo se lo ke siento. Ya de por sí le tenía temor al mar, ahora más que pánico, mi desconfianza raya en la fobia. ¡Dios tan rico que es ir al mar, estar en la playa con la gente que quieres! Descansar. Comer, divertirte. El terror se apodera de mí, la desconfianza, la inmovilidad. Pero me pongo en el lugar de mi padre -fallecido por cierto- no creo que le gustaría verme temeroso, Creo que me diría: "Nadie tiene comprada la vida. Lo único cierto es la muerte. Aprovecha todos tus momentos -sonó como a la Sociedad de los Poetas Muertos, no?- Comparte tu vida. Haz feliz a la gente que está a tu alrededor. Derrama tus bendiciones sobre los demás (...) " Pero bueno, él no está aquí y murió a los 23 años tratando de defender a alguien. Sin embargo, en comparación yo soy más grande que él -aunque suene paradójico. No obstante, no puedo dejar de pensar lo que me diría ...