lunes, enero 16, 2006

Me molesta la gente zopenca

San Francisco, Cal., 16 de enero (apro).- Lo que mal empieza, mal acaba. Sólo un 0.75% del número esperado de mexicanos residentes en el exterior solicitó el formulario para enviar su voto en las elecciones presidenciales del 2006. Todo fue un chasco.
¿Por qué la gente no se informa sólo un poquito antes de hablar?
Esa pinche tendencia que tiene la gente de hablar por hablar. De hablar antes de pensar. De abrir la boca o bien para que le entren moscas ó para subrayar lo primero que les viene a la cabeza. Esa ha sido una de las cosas que más me molestan desde que tengo uso de razón. Máxime si en la escuela te enseñan eso precisamente: Antes de comentar sobre algo, siquiera lee el encabezado de los periódicos. Sólo eso y ya, puedes lanzarte a la diatriba diaria.
Pero sólo acusar por acusar, sin sentido, sin pies ni cabeza, es algo molesto.
Diría mi madre: "A tontas y a locas"
¿De veras es tanta la molestia de la escritora que se lanza en una diarrea verbal suficiente para embarrar a todos los que están a su alcance?
Si de verdad estuviese tan molesta, hubiera realizado diversas tareas, incluidas: la promoción individual del voto en el extranjero, la exigencia a las autoridades pertinentes antes de la aprobación y finalmente puesta e funcionamiento del proyecto "Voto en el Extranjero"
¿Por que venir a quejarse ahora cuándo ya nada puede hacerse? Es más, decir que el IFE ó Vicente Fox son los únicos responsables en esta rebatinga, sería como considerar atinadas las acciones que tuvo Augusto Pinochet para eliminar a todos sus posibles adversarios. Así de errada está la cosa.
Todos tenemos la culpa: El presidente por impulsar un proyecto inalcanzable en unos cuántos meses, El IFE por cuestiones totalmente operativas, los partidos políticos por implementar y destinar el financiamiento (que ahora a todas luces es insuficiente) al IFE para que promocionara el voto y todos NOSOTROS, los ciudadanos comunes y corrientes por permitir que los políticos hagan lo que se les da la gana, aún cuando nuestros intereses y sentido común nos dictan que debemos y estamos obligados a hacer algo, a tomar las riendas de nuestro destino y no delegarlo en quienes sabemos de entrada, no harán nada más que estirar la mano para recibir su justo salario.





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