Desde hace mucho he querido escribir un post que hablara de los grandes avances, de los logros (y no sólo golpes mediáticos) para combatir la degradación del medioambiente. Y para no deprimirme demasiado, circunscribirla únicamente a la Ciudad de México.
Sin embargo, las cosas no suelen ser del agrado de nadie, y mucho menos, si lo que uno busca son éxitos gubernamentales en este rubro. Y el asunto en el Distrito Federal, ecológicamente hablando, no pinta bien. Pero quiero hacer de lado la ineptitud, poca visión y nula voluntad de las élites políticas. Por ello, no solamente me refiero a cuestiones de índole gubernamental, sino digamos en una escala más abajo, a nivel pedestre, donde la mayoría nos ubicamos y "vivimos", como sujetos de una política oficial, la cual tenemos que cumplir a cabalidad, a fin de establecer los marcos sobre los cuales debe descansar no sólo la convivencia, sino también la supervivencia del género, y en general, de la vida de las otras especies animales que comparten este "pequeño espacio", geográficamente delimitado.
Y bueno, seamos realistas ¿Quién en esta urbe le hace caso a los límites? ¿Quién le hace caso a las leyes? ¿Quién verdaderamente? "Y aquel que esté libre de pecado, que lance la primera piedra"
En este contexto, pensemos en el reciclaje de basura, y porfavor, dejemos de lado que este es un negocio redondo y en el cual sólo las redes de clientelismo y compadrazgo son las que obtienen grandes regalías, más bien, sitúemonos en un asunto menos trágico: ¿Quién realmente
separa la basura? ¿Quién en su sano juicio
divide la basura en orgánica e inorgánica? ¿Quién se toma esa molestia?
Podrían señalarse infinidad de razones para olvidar u obviar esta actividad, y no es que sea difícil o complicada, ni siquiera costosa. Todo se reduce simplemente, que a la gente le resulta fastidioso tener que pensar en qué bote o bolsa depositar sus porquerías. Lo demás, seamos sinceros, es pura justificación:
1) que si resulta provechoso,
2) que si al practicar este complejo deporte, también desperdicias tu tiempo,
3) que si nadie respeta que
TÚ si separes la basura,
4) que nadie más lo hace,
5) que si son más los que
NO lo hacen,
6) que si finalmente al encargado de recojer la basura, poco le importa y lo echa todo junto,
7) que si cuando llega al depósito, todo mundo revuelve la porquería, abriendo
TODAS las bolsas,
8) que si los perros, los gatos, las ratas y las "cucas" rompen las bolsas,
9) que si resulta costosísimo comprar bolsas
y/o botes especiales para los desperdicios y... se podrían añadir infinidad de razones, pero la verdad todas sobran.
Sencillamente, a los cosmopolitas ciudadanos de esta megaurbe no les gusta seguir instrucciones, reglas o medidas, y en general son individuos bastante holgazanes (baste decir que ni siquiera consideran leer los instructivos de cualesquier aparato eléctrico-electrónico que adquieran). La gente que
SÍ divide sus desperdicios es una minoría; pero ¡Bendito Dios! ¡Aquí no hay
compló! Y no porque haya una inmensa mayoría que democráticamente decide aplicar su preciso sentido de "¡Me vale un pepino (gorro o anexas)!" significa que su percepción y conducta al respecto está correcta.
Seamos realistas, si así se presentan las cosas cuando de forma particular debemos apegarnos a disposiciones o medidas institucionales, y las hacemos a un lado, ¿Cómo carajos pretendemos que otros bobos, a los que posiblemente les podamos llamar la atención, nos hagan caso, y que por ejemplo, no tiren basura en la calle? Y no olvidemos que a la
Autoridá, pues no le va ni le viene que alguien tire o no desperdicios en la vía pública. Es más, si llega "a existir" un problema, las cosas simplemente se arreglan con una consabida contribución voluntaria por parte del
ipso facto ciudadano aprehendido
infraganti. O pongamos un caso extremo, si finalmente el agente del orden no cumple con nuestras expectativas y decide "no aprobar" la dádiva, y determina remitirnos al Señor
Ministerio Público (MP), siempre existe la oportunidad de equilibrar las cosas y salir libres "bajo fianza". Ahí tenemos el caso de
impunidad y pederastia de niños en ¿
Oaxaca? ¿Chiapas? ¿Yucatán? donde se ejerce de manera puntual en favor de los presuntos imputados, el derecho del "Yo no fui", y se aplica todo el peso del sistema judicial contra aquellos que la transgreden, como
periodistas molestos y demás escoria del universo.
Pero no nos desviemos -
bueno al menos no como Succar Kuri y Kamel Nacif- del asunto principal de este post, y pensemos en aquello que evita nuestra participación efectiva en acciones diversas en pos de la protección del medioambiente. Y reflexionemos. Si no es molestia, ¿Qué es? ¿Comodidad? Si así fuera ¿A quién le agrada la idea de vivir junto a la basura?
Pero casos para contradecir la obvia respuesta a la última pregunta, sobran. Y para muestra sólo un botón. Ahí tenemos, infinidad de bolsas de desperdicios abandonadas a su suerte en la calle, en la esquina de cualquier colonia, y cuyos legítimos dueños cobijados por las sombras de la noche, y que pensando en su firme obligación cívica de ayudar al colectivo, avientan todas sus porquerías con los únicos afanes de:
1) que todos los vecinos perciban aleatoriamente y a detalle sus hábitos y costumbres, pues ya saben lo que dicen por ahí, "si decides conocer a alguien, únicamente debes hurgar en su basura", y
2) que las autoridades de la ciudad hagan el trabajo por el cual se les paga, y
¡chingao! que recojan los desperdicios "del barrio" pues.
De hecho, he comprobado sorprendentemente que hay gente TÁN cínica y con TÁN altos grados de pragmatismo, que evitan la fatiga de bajar algunos de los peldaños de su vivienda, y deciden que no es necesario un viaje TÁN largo, así que desde su ventana -
ubicada en un cuarto piso- la arrojan -
sin bolsa y sólo vaciando su bote- para que caiga ordenadamente sobre el montón de bolsas, allá abajo.
Y todo lo anterior, únicamente si nos referimos al asunto de los desperdicios sólidos ¿Y qué pasa con las aguas negras? ¿
La tala clandestina? ¿La
contaminación de depósitos naturales de H2O? ¿O con el uso indiscriminado del agua potable? ¿Con la verificación vehicular? ¿Y con la quema de llantas? ¿Con la utilización incorrecta del automóvil? ¿Y con ocupar inadecuadamente la energía eléctrica? ¿Con todo eso qué?
Blog de: El CaminanteLa ciudad revienta de automóviles... ¿qué sigue? ¿los autos voladores?
QUE PASARIA SI...
En un año no muy lejano -2015, digamos- la cantidad de automóviles en la Ciudad de México es tan grande que incluso los segundos pisos viales construidos en todas las avenidas de la capital son insuficientes.
El número de vehículos se ha incrementado a casi 10 millones, y lejos ha quedado el registro de 3.5 millones que existía en 2007. La variedad de automotores es impresionante, los hay chinos, japoneses, americanos, alemanes, y hasta modelos mexicanos.
Nota Completa,
Vía:
El ExcélsiorPensar que el gobierno o los funcionarios solos, llegarán mágicamente a la solución de todos estos problemas, es pecar de ingenuidad. Dejarlo a su libre albedrío representa cometer un error aún más garrafal. Permitir que en algún tiempo inmediato, sean solamente ellos los que impongan las medidas necesarias para marcar o suprimir los "cauces" viales terrestres
o aéreos, significa ignorar de manera rampante todas sus anteriores negligencias
y/u omisiones. Sólo recordemos lo "bien" que dejaron el
Segundo Piso del Periférico, y eso que no está TÁN alto.
Sino logramos ubicarnos en la realidad que nos golpea todos los días ¿Cómo fijarnos en algo que queda mucho más arriba? Y eso no sería pecar de negligente, al contrario, sería abrazar, con una convicción inusitada, el ferviente apostolado de la beata estupidez.
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