miércoles, noviembre 02, 2005

Las porquerías de las tabacaleras

El día 1 de noviembre escuché el comentario de la analista Denise Dresser en el programa de Carlos Loret de Mola. Aunque el pobre Loret de Mola y la antes citada politóloga, no gozan de mi simpatía, puedo decir que en esta ocasión coincido con Dresser, quien señalaba el triste y patético papel que desempeñaron los legisladores en el recinto de San Lázaro respecto al caso del aumento de impuesto a las empresas tabacaleras. Y en definitiva tiene razón, una vez más los representantes del pueblo en el Senado y la Cámara de Diputados, mostraron que los intereses que defienden a capa y espada no son los de sus representados.

En este caso, como en muchos otros, aquello que provoca que los legisladores entren en el juego de la corrupción, es su falta de consistencia moral. La poca ética profesional y su falta de compromiso los hacen presa fácil de intereses que los compran por únicamente un peso. Es una pena que este tipo de conducta sea aceptada y hasta considerada como "normal" para el resto de la población.
Vínculos para distintas notas:
Acuerdo con tabacaleras: más tolerancia al tabaco que compensación por daños
PRI y PAN se retractan de impuesto a tabaco
Describen presión de tabacaleras
Denuncia PVEM a tabacaleras
Urgen transparencia en San Lázaro
Nos beneficia el acuerdo con las cigarreras
Plaza Pública/Legisladores frágiles, cabilderos potentes

En la última nota es claro que aquellos que más protegen los intereses de terceros, como las tabacaleras, son los más metidos en porquerías.
¿Por qué desconfiar de funcionarios y políticos?
¿No es obvio? Pues porque el instinto de supervivencia te dice que los políticos en su inmensa mayoría sólo velan por sus propios intereses. Lo demás les viene "guango" ¿O no? ¿O alguien podría desmentirme? ¿Y cuáles razones habría para hacerlo? ¿Para recobrar credibilidad?
P.D.
Sí, la moralidad es un concepto subjetivo, pero los puntos de vista que componen nuestra visión de la realidad son subjetivos, es decir intentar escapar de la subjetividad es sólo una falacia de facto. Nadie escapa de ella. Una palabra, una expresión dan por enterado al lector de nuestras intenciones, de nuestra actitud y conducta respecto a un tema determinado. La moralidad desde su etimología comprende aquellas costumbres observadas por las personas como convenientes para el desarrollo armónico de la convivencia entre individuos y que componen el tejido social.




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