viernes, mayo 26, 2006

La vida es una novela

Habla el ateo.
La discusión generada en todo el mundo en torno a la aparición de una novela que se convirtió casi de inmediato en un best seller da mucho que pensar sobre la forma en que las personas siempre buscaremos una nueva explicación para aquellas preguntas que nunca se han podido responder a cabalidad. Así, la controversia generada por El Código da Vinci, revivida en estas últimas semanas con la aparición de la película homónima, parece darnos una idea clara de que las interrogantes siguen ahí y que siempre habrá mentes cerradas que en lugar de buscar ofrecer argumentos para descartarlas prefieren la cerrazón y la censura, a falta de recursos validos para defender propuestas anacrónicas que se han desgastado a fuerza de errores y malas experiencias. Si bien es cierto que algunas fracciones de la iglesia católica han mostrado sensatez al no censurar la cinta o la novela, optando por recomendar a los lectores/espectadores que la asimilen como lo que es, una historia de ficción creada a partir de diversas premisas sin comprobar hasta el momento, existen otras facciones, las más conservadoras, que insisten en tratar a la gente como estúpida prohibiéndoles asistir al cine o comprar la novela por ser blasfema, sacrílega y otros adjetivos similares.
Sin entrar en el escabroso tema de si la novela es buena o no lo cierto es que debe existir la posibilidad de que cada quien exprese una hipótesis de lo que cree que pudo haber sucedido en el pasado, o bien lo que le hubiera gustado que pasara, siempre y cuando se presente como esto, una idea, una historia de ficción para compartir con personas que tengan las mismas inquietudes. No obstante la iglesia católica como institución, así como la mayoría de las religiones y sectas que inundan nuestro planeta, se obstinan en defender lo que ellos consideran como una verdad única, la suya, y promueven la violencia y la intolerancia hacia cualquier idea que no se apegue a sus particulares creencias. El cuestionamiento sobre lo que es bueno y lo que es malo siempre ha estado presente, y Nietzche no ha sido el único en darse cuenta de que esta distinción es poco menos que obsoleta, y sin embargo a estas alturas de la existencia de la humanidad nos damos cuenta de que siguen vigentes los prejuicios hacia lo desconocido, hacia lo distinto, hacia lo que incomoda y no permite réplica. La pregunta en este caso sería ¿Acaso esta discusión no se presentó en el momento en que se compiló la Biblia tal y como la conocemos ahora? ¿Es posible que las personas que tanto defienden este libro no entiendan que lo que ellos llaman la palabra de Dios fue escrita por hombres que a su vez se enfrentaron a la intolerancia y la cerrazón de las creencias establecidas en su época? Tal vez a algunos les incomode la banalización que hago de este texto, pero debo recordarles que su carácter institucional y doctrinario no surgió de la nada y es el resultado de siglos de trabajo de una religión empeñada en implantar sus ideas, plasmadas en ese libro, como las únicas válidas en el mundo. De la misma forma que otras religiones tienen sus libros sagrados, sus escrituras divinas, sus mandamientos y máximas, la Biblia cumple desde hace siglos la tarea de ser el eje de una religión que no es la única, pero que, tal como los otros textos, debe valorarse por su contenido, su profundidad moral y los conocimientos que busca transmitir, pero sin caer en los dogmatismos enajenantes que conducen a la intolerancia y en última instancia a la violencia.
Para aquellos que están interesados en leer textos como El Código da Vinci debería existir la seguridad de que no van a ser atacados, calumniados, satanizados, señalados como sacrílegos y demás tonterías, pues este tipo de actitudes sólo demuestra la fragilidad y la crisis de fe a la que se enfrentan las religiones en el mundo, misma que no podrá ser resuelta con actitudes de la época de Torquemada. Sólo a través del cuestionamiento de nuestras creencias y del estudio de las mismas se puede fomentar una práctica religiosa sensata, coherente y respetuosa. Resulta indignante tener que abordar el tema de la tolerancia religiosa partiendo de la discusión sobre una novela, pero aparentemente existen todavía personas que no entienden que la ignorancia no es la vía para fomentar la fe y sólo provoca un estancamiento de las conciencias inconcebible en la época en la que nos encontramos.



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