viernes, mayo 19, 2006

¿Te acuerdas de aquellos tiempos?



Habla el nostálgico
Oh si, lo recuerdo perfectamente. Aquellos viejos tiempos de los conciertos masivos en Ciudad Universitaria; el slam gigantesco donde salvar los dientes era una prioridad; donde terminabas tan agotado que sólo con una caguama te recuperabas. Las primeras ediciones del Vive Latino se asemejaban mucho a este ambiente, con una bandota atestando el Foro Sol para echar desmadre durante varias horas sin preocuparse por nada de lo que sucedía en el mundo exterior. Me acuerdo perfectamente de aquella batalla campal durante la tocada de Dover cuando los genios de Ocesa decidieron cubrir el campo de béisbol con unas placas desmontables de plástico que se convirtieron en el proyectil y el escudo perfecto durante los dos días del Festival. ¡Que viejos tiempos aquellos! Para quien se pregunta por qué la nostalgia les platico que se debe a que el fin de semana pasado asistí a la edición de este año del Festival Vive Latino, y lo que experimenté fue algo extraño y en ocasiones frustrante. Para empezar el precio de los boletos fue un primer indicio de lo que me esperaba, pues para desgracia de la gran mayoría de la banda que le gusta echar desmadre estaban bastante caros, además de que continuaron con la infame idea de separación clasista a través de los llamados boletos VIP. ¿Qué diablos se supone que significa eso de VIP? Con esta idea en la cabeza llegué el sábado al primer día del Festival, sólo para comprobar que mis temores eran justificados. En lugar de la banda desmadrosa y, aunque suene trillado, rocanrolera de otros tiempos, me encontré con un ejército de niñitos consentidos, acompañados por sus papis, vestidos con un look rebelde de Zara, con tenis rebeldes de más de mil pesos y mucho dinero en la bolsa para gastar. Era obvio el tipo de personas que entraba, pues parecía que además del boleto era necesario presentar tu teléfono multimedia para poder entrar al concierto. ¡Qué deprimente!.Los tradicionales slams de otros tiempos se convirtieron en una caricatura, en la que temías necesitar un amparo en caso de que le pegaras a un niñito rico que recurriría a su padre en caso de lesión. Para aquellos que sufrieron para conseguir el varo para la entrada representaba una mentada el que una chela costara 25 pesos y una botella de agua 20. Ese viejo objetivo de las tocadas de olvidar las diferencias y unirse por medio de la música se fue al caño con las marcadas diferencias económicas entre los asistentes. Las bandas que tocaron también tenían su parte en esta historia, pues era evidente que había bandas cuyo público es más exclusivo, más “nice” y lo hacían notar durante sus presentaciones. Es justo decir que hubo bandas que se mantuvieron fieles a su tradición y a su esencia y brindaron un espectáculo magnífico para todo tipo de público, aunque desgraciadamente fueron los menos. No pretendo caer en la absurda fórmula de decir que todo tiempo pasado fue mejor, pero indudablemente en este caso es claro que estos festivales no son más el reflejo de una juventud latina que gusta de la buena música y se han convertido en una especie de antro gigantesco disponible sólo para aquellos que puedan pagarlo. Era tan claro el tipo de personas que buscaban atraer los organizadores que llegaron al límite de recomendar, en los horarios gratuitos que repartieron a la entrada del concierto, que los asistentes fueran con zapatos y vestidos como si fueran a cualquier antro. ¡Horror! Nunca pensé que llegara a ver algo así, pero desgraciadamente eso fue lo que pasó. Es por esto que considero que este Vive Latino 2006 fue la elegía de los conciertos masivos populares de calidad, pues, aunque existió una opción alternativa en el Zócalo el sábado, es claro que los conciertos en el centro de la Ciudad nunca igualarán aquellas míticas versiones del Vive Latino que demostraron durante algunos años que lo importante es la música y disfrutarla sin distinciones de raza, color, sexo, posición económica o creencias de todo tipo. Ojala y la banda no se deje aplastar por el dominio de Ocesa y fomente sus propios festivales, alejados de Telehit, de Reactor y de toda la masa de patrocinadores que aseguran entender a los jóvenes pero que sólo buscan lo que han buscado siempre: un niño bobo, que se siente rebelde y que está dispuesto a gastar mucho dinero para comprobarlo. Esta ciudad es cada vez más cosmopolita, y debe haber espacios para todos, pero definitivamente los festivales masivos deben ser para la banda que le gusta la música, aunque no tenga dinero, y si se pierden para siempre sería como acercarnos cada vez más a la terrible visión del mundo feliz de Huxley. ¡Por favor, no lo permitamos!! Por el bien de la humanidad, y más de la comunidad jodida a la que pertenecemos la mayoría de nosotros!!salud!




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