domingo, marzo 20, 2005

La errónea concepción de matrimonio

Hace poco leí la opinión de Vietnika Batres sobre la oposición de la Iglesia Católica mexicana para aceptar la unión de personas homosexuales publicada en "La Revista", suplemento del periódico "El Universal".
Para empezar y siendo claro: "Los homosexuales no gozan de mi agrado, pero cada quien hace de su vida un cacahuate"
Ahora bien, si la libertad de la que gozan y por la cual defienden sus derechos es suficiente para demostrar sus preferencias en la calle ¿Qué les importa si la iglesia y toda su caterva de monos les da su bendición? ¿Dónde radica su diametral relevancia? ¿Tal vez, en la supuesta aceptación social de la cual desean gozar? ¿Y?
La verdad aquellas personas que no son heterosexuales me dan igual, si van si vienen, si hacen esto o aquello ¿Pues qué? Que lo hagan, digo es un país libre todavía ¿No?
No soy homofóbico, ni nada por el estilo. La experiencia me ha mostrado que la inmensa mayoría de ellos parte de una premisa que me molesta en verdad: "Todas las personas tienen un pequeño homosexual adentro. Todos en alguna etapa de su vida tienen tendencias homosexuales" -esto me lo dijo un conocido mío hace algunos ayeres y quien hablaba abiertamente de su "preferencia" por los hombres-. Es decir, ellos hablan de libertad y con sus pre-juicios -entendida esta palabra como una afirmación a priori- coartan la mía -porque ¿A quién no le ha tocado en su lugar de trabajo o estudio, una "persona diferente" que le tira a uno el can, por no decir los calzones?- al encuadrarme en un formato preestablecido por ellos. Entonces ¿Por qué les tengo que dar mi anuencia? ¿Quiénes son ellos para decirme y lanzarme arengas sobre la libertad, si en ningún momento respetan la mía? Desgraciadamente, esta opinión no nace del prejuicio sino de la convivencia por largos años con todo tipo de homosexuales -hombres y mujeres-. Ahora, la cuestión civil es otra cosa. Si vamos a debatir o no, sobre la conveniencia de aprobar el matrimonio entre personas del mismo sexo, ese es un tópico enteramente distinto. Pero que la iglesia apruebe o no este tipo de uniones es otra cosa. No hay vuelta de hoja. Pueden llorar y patalear ó como me decía el antes citado conocido: "Si ese es tu Dios, pues yo no quiero ningún trato con él". ¡Perfecto! Esa es la respuesta. Pueden formar su propia iglesia, sus propios ritos, las relaciones entre hermanos de su congregación, etcétera. Pero nunca serán parte de la Iglesia Católica Romana y Apostólica, pues de entrada va contra sus principios. Yo no estoy de acuerdo con permitir el matrimonio entre este tipo de personas. Pero ¿De qué otra forma podrían ellos, por ejemplo, proteger a sus hijos? Sólo legalizando su estado civil. Sin embargo, como se ve, esa es una discusión de otra índole.
Y para concluir: Si Vietnika Batres quería expresar su molestia por la poca tolerancia de la diócesis mexicana, hubiera cimentado bien sus ideas. Después en su intervención, lanza una diatriba contra la "pareja presidencial" y su derecho a anular la unión anterior de Marta Sahagún. Utiliza este elemento para demostrar las incongruencias de la cúpula eclesiástica, la cual es como cualquier otra clase en el poder: ajena a sus agremiados. Metafóricamente su texto es como "el chorro de agua de una manguera". Mucha tinta usada por Batres para tan poco contenido.
P.D.
Reiterando: Soy apartidista, no soy católico y me dan igual las preferencias sexuales. Claro, y entiéndase, DETESTO a los pedófilos.

2 comentarios:

Andrés dijo...

1. Si un gay te tira el can, tu eres libre de mandarlo al carajo o a donde quieras. No coarta esto en nada tu libertad.
2. La Iglesia está en su medieval derecho de no aceptar matrimonios entre homosexuales, prohibir el uso del condón, e intimidar a mujeres violadas a que no aborten al hijo de su violador.
3. La ley civil, es otra cosa. El Estado no debe discriminar en función de color de piel, preferencias religiosas o sexuales. Si tú como heterosexual tienes el derecho de casarte si eso quieres, lo mismo debe aplicar a los homosexuales. En México, de manera oficial, no hay ciudadanos primera clase y ciudadanos de segunda. A ti puede o no gustarte que se casen, pero deben tener el derecho.

Saludos

Unknown dijo...

Creo que más que medieval, es una situación que merece respeto, es muy similar a aquella creencia de los judíos de no comer carne de cerdo o celebrar el "sabath". Es por costumbre -de la etimología mos, moris= costumbre-.
Así pasa con el tema del matrimonio entre homosexuales. Simplemente no se puede, es una cuestión de doctrina. Ahora, claro que se puede mandar al carajo a una persona que "te tira el can". Digo, eso mismo les pasa a las féminas que son acosadas en sus empleos. Pero no deja de ser molesto, ¿O No?
Obviamente, no todos somos iguales. Sin embargo, aquella afirmación que señala "la posesión de un pequeño homosexual adentro", es una declaración que provoca molestia como premisa inicial ¿No crees? Eso coarta e inicia cualquier relación con un prejuicio. Por otro lado, y como lo manifesté antes, no estoy de acuerdo, pero ¿De qué otra forma podrían protegerse los derechos de las personas?
R=Pues sólo por la vía civil.
No obstante -y eso es lo triste- este no es el único tema indispensable para debatir y sobre todo resolver, nuestra sociedad nos necesita a todos si planeamos crecer como nación.

Un saludo,